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miércoles, junio 11, 2008

Javier Heraud reeditado


Hoy en la sección cultural de El Comercio Carlo Trivelli publica un detenido reportaje a propósito de una excelente novedad editorial que ya había sido adelantada, muy puntualmente, por Arturo Corcuera el miércoles pasado: "La reedición de Estación reunida y Viajes imaginarios de Javier Heraud con prólogo, notas y selección de Edgar O'Hara, un 'dossier' gráfico elaborado por Herman Schwarz y reproducciones de los originales del poeta". Sobre Estación reunida, apunté a mediados de mayo que "con su poema 'Entierro del verano' de este poemario suyo escrito en 1961 y publicado póstumamente en 1964, Heraud sería de los primeros en el Perú -antes de Cisneros e Hinostroza- en atisbar lecturas de poesía anglosajona de la primera mitad del siglo XX -Eliot, específicamente-, y de asimilarlas a su escritura poética". Estas lecturas ya habían sido aclimatadas, por así decirlo, en el Perú. Escribe Miguel Gutiérrez en La generación del 50: un mundo dividido (1988): "Hombres de gran cultura y de curiosidad intelectual tienen conocimiento ya de la poesía anglo-norteamericana: Eielson afirma que era lector de Eliot por los años que escribía Canción y muerte de Rolando [1959] y Reinos [1945]; en 1948 Westphalen escribe en El Comercio (edición del 10 de noviembre) un artículo titulado 'Notas sobre Ezra Pound y T. S. Eliot'; Raúl Deustua, no mucho después, publica un comentario sobre los Cuatro cuartetos de Eliot en Mar del sur; en el N° 11 de Idea, de 1952, aparecen las traducciones de Pound por C. E. Zavaleta, y en el N° 5 de Letras peruanas de ese mismo año Manuel Moreno Jimeno hace una presentación general de 'La poesía imaginista' inglesa, con una atención especial en la figura de Pound; por otra parte, Blanca Varela, que luego de su vinculación con el grupo que se reúne en torno a Las moradas, vive la experiencia cosmopolita de París con Julio Cortázar y Octavio Paz y los existencialistas franceses, confiesa tener entre sus poetas preferidos a T. S. Eliot; es más, en las postrimerías de los 50, [Manuel] Velásquez Rojas publica su poema 'La voz del tiempo', donde se escuchan, si bien de manera incipiente, los primeros ecos de la poesía de Eliot" (66-67).
Por otro lado, con relación a los seis poemas en prosa de Viajes imaginarios (1961), en los que Heraud se extravía por los bosques, los sueños, las playas o las ruinas ignoradas, para regresar siempre a la ciudad, comenta Trivelli que en esta nueva edición el "estudio preliminar apunta en una dirección hasta ahora inexplorada: la relación entre Javier Heraud y otro brillante poeta peruano de su época: Luis Hernández. En efecto, el epígrafe de Viajes imaginarios es de Hernández: 'Viajes no emprendidos / trazos de los dedos / silenciosos sobre el mapa'. Unas líneas, apenas, pero suficientes como para que alguien como Edgar O'Hara, quien hizo su tesis de licenciatura sobre Heraud y quien tituló un estudio sobre la obra de Hernández con uno de esos versos (trazos de los dedos silenciosos), comenzara a desenmadejar una relación hecha de amistad y versos. Para O'Hara, las poéticas de ambos jóvenes se desenvuelven de manera paralela, como reproduciendo los mismos patrones o dialogando como imágenes en dos espejos que se miran uno a otro. Los indicios de dicha relación, aparte del mencionado epígrafe, son muchos: no solo ambos jóvenes se conocieron al ingresar a la Universidad Católica en 1961 y publicaron una curiosa revista de número único en la que, tras un poema de Vallejo, ofrecían creaciones propias, sino que también, como se esfuerza en mostrar O'Hara, muchos de sus versos y poemas parecen hacer referencia al otro: de Viajes imaginarios a Charlie Melnick [1962] y de Estación reunida a Las constelaciones [1965]. Es precisamente en este último poemario en el que Hernández, en el texto que abre la colección, titulado 'Géminis' (el signo de los gemelos), en que O'Hara encuentra las pistas más claras de esta hermandad poética entre dos grandes de nuestra poesía". Y es que precisamente en "Géminis" se encuentra la versión definitiva de los versos que sirvieron para el epígrafe de Heraud: "Y en nuestro corazón, que jamás fue duro, es poniente ahora. Porque pese a que fuimos simples e inalcanzables, hemos sobrevivido al hermano. Lo hemos dejado, ciego y amargo, en sus viajes no emprendidos: sólo trazos de los dedos silenciosos sobre el mapa".

En la foto: Javier Heraud en el puente Calicanto, sobre el río Huallaga (Huánuco, 1957). [Leyenda de El Comercio]