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martes, noviembre 27, 2007

Slavoj Zizek, nuestro prójimo


Por Victoria Guerrero

Ayer, lunes, Slavoj Zizek dio una charla en la Universidad de Boston. Como siempre fue animada y de gran pasión por la discusión. Esto es algo no muy común en estos tiempos de "tolerancia". Fueron dos horas intensas de exposición. Lamentablemente no hubo mucho tiempo para las preguntas y siempre quedan los vacíos de lo dicho en una ponencia que pretende ser provocadora, más en un tipo como Zizek, que en los Estados Unidos debe ser considerado políticamente incorrecto, o un vulgar, como él mismo lo dice.
El título de su ponencia fue "Fear Thy Neighbor as Thyself: Antinomies of Tolerant Reason", algo así como "Teme a tu prójimo como a ti mismo: Antinomias de la razón tolerante". Y precisamente su exposición empezó con las preguntas ¿qué significa ser tolerante?, ¿no es acaso la tolerancia una manera de la intolerancia?
Para Zizek en el mundo de hoy, donde las ciudades están cada vez más pobladas de diferentes grupos étnicos, culturales y de género, la tolerancia es el modo que las sociedades postmodernas emplean para distanciarse del otro, del prójimo, del vecino.
El crítico planteó la diferencia entre la moral y la ética. Para él, la moral es una cuestión que tiene que ver con la culpa o los valores religiosos, por ejemplo, hacer caridad para los niños de Africa para sentirse bien. Él propone una "ruthless ethic", es decir, una ética sin misericordia en la que no se actúe por satisfacer una motivación narcisista, sino porque hay actos que se hacen necesarios y urgentes para garantizar el bienestar del otro. En este sentido me quedó la duda de si existen límites para las revoluciones. En el caso peruano, por ejemplo, en los "excesos" (Abimael Guzmán dixit) cometidos por SL en nombre de la justicia social, cuál sería esa ética o cuál ese límite, si existe.
También mencionó la terrible ambivalencia de personajes como Hitler o Père Joseph, que en su vida pública actuaban como feroces asesinos, mientras que en su vida personal manifiestan una gran espiritualidad y hasta ternura, como en el caso de Hitler, hacia los niños. Sin embargo, si valoramos la moral, según Zizek, personajes como Hitler podrían ser perdonados en nuestra era por esa parte "humana" que poseen. Citó como ejemplo la Comisión de la Verdad y Reconciliación en Sudáfrica, en la que los torturadores daban su testimonio y pedían perdón a sus víctimas. Él subrayó esto como el juego del torturador para exculparse del mal. Para él, en casos como estos, las víctimas deberían decir "Forget but never Forgive" (Olvidar pero nunca perdonar) y no al revés, que es lo común en las comisiones de este tipo (muy cercana a ello está también la peruana). De allí que no podamos perdonar a personajes como Hitler, o a los torturadores de Auschwitz o el Gulag.
Según Zizek, en el mundo actual se intenta esconder problemas como la injusticia social o el racismo a través del concepto de tolerancia, pues se enmascaran estos problemas a partir del multiculturalismo. Lo que propone el crítico esloveno es que entre tolerar e ignorar es mejor ignorar. Es decir, en este mundo que cada vez más nos pone violentamente a todos juntos no podemos llegar a entender a cada individuo. De allí que la ética radical y auténtica según Zizek sea el actuar sin ningún sentimiento narcisista de por medio sino como el esposo que llama a su esposa desde el avión que va a estrellarse contra las Torres Gemelas y dice: "nuestro matrimonio fue un desastre" (y no el clásico "te amo"), aunque la consecuencia de ello sea ser olvidado.
Luego de la ponencia, el poeta y colaborador de Intermezzo tropical Enrique Bernales conversó brevemente con él, y Zizek le dijo que tenía entre sus planes viajar al Perú para entrevistar a Abimael Guzmán. Del líder senderista conocía varias cosas, entre ellas que había escrito una tesis sobre Kant (él mismo también es kantiano), y de su gusto por la Novena sinfonía de Beethoven, según el crítico el peor Beethoven.

En la foto: Slavoj Zizek, después de su conferencia, junto a los poetas peruanos Enrique Bernales, Carlos Villacorta y Victoria Guerrero.