zonadenoticias

jueves, mayo 31, 2007

"Un brindis para Alfredo Bryce"

Por Joaquín Sabina*

Andan chismorreando vecindonas. Aquí va mi homenaje.

Puntos y comas,
verbena del idioma,
buzón del a i re,
balas de goma,
renglones con aroma
a sillón Voltaire.

Luna de día ,
lágrimas de alegría
sin telarañas,
chabulerías,
Inés del alma mía,
Martín Romaña.

Pluma traviesa ,
amígdalas inglesas,
lengua con peros,
vino de mesa,
tu Tarzán es mi César
sin aguacero.

Tuya es mi casa,
cholita satanasa
tan patuquita,
hielo que abras a,
lagrimón que se casa
con doña Anita.

Habana loca,
Cádiz en carnavales,
barrio latino,
Lima que enroca
los puntos cardinales
de mi destino.

Lope, Quevedo
y el manco de Lepanto,
no se me piquen,
curen de espanto
con el canto de Alfredo
Bryce Echenique.

Bar del Country, mayo de 2007.


* Publicado en Interviú.

miércoles, mayo 30, 2007

Breves

40 AÑOS DE CIEN AÑOS DE SOLEDAD (II). Hoy la sección cultural de La República publica la segunda parte del artículo de José Miguel Oviedo por los cuarenta años de Cien años de soledad, que se cumplen el día de hoy. Incluyo el siguiente fragmento, en el que Oviedo enumera "tres grandes síntesis" que demuestran el "significado permanente" de la obra: "Cuarenta años después de su aparición, la obra crítica sobre esta novela y su autor configura una enorme biblioteca donde el lector puede hallar todos los enfoques, perspectivas, metodologías y análisis que puedan imaginarse, pues van de lo más riguroso a lo más insólito, y a veces disparatado. Incluso, en años recientes, ha sido objeto de ciertas posiciones de negación o ironía más o menos veladas. Aparte de que esto es normal en todo proceso literario, en el que, después de un tiempo, los maestros resultan incómodos y sufren los embates de las nuevas generaciones que los leen de otro modo y tienden a desplazarlos, en el caso de Cien años... hay un factor adicional que debe tenerse en cuenta: la asimilación de la novela a la fórmula –que devendría canónica– del llamado 'realismo mágico'. Puede decirse que el autor ha sufrido las consecuencias de haber resultado, para muchos, el padre de este modelo estético que, en verdad, es bastante anterior a él, pero que sólo alcanzó difusión popular en la literatura y la subliteratura hispanoamericanas después de su obra cumbre. Sin ánimo de entrar en esa polémica y sin querer agregar nada particularmente novedoso a lo que ya sabemos sobre el libro, quiero señalar aquí lo que, en mi opinión personal, Cien años... representó y sigue representando aún hoy; es decir su significado permanente como obra literaria. La novela realiza de modo magistral tres grandes síntesis: la del universo ficticio del narrador; la de la historia política colombiana y, por extensión, latinoamericana; y la del lenguaje literario clásico y contemporáneo. Cien años... no es, por cierto, la primera obra que el novelista escribió, pero sí es indudablemente el centro al que quería llegar desde el principio, lo que explica todos los demás relatos suyos y a los que da un sentido definitivo. Todo lleva a Cien años... y todo regresa a Cien años... . En segundo lugar, siendo esenciales sus elementos míticos, fantasiosos y prodigiosos, la obra sienta sus bases sobre una visión histórica muy profunda que muestra en forma admirable nuestra conducta colectiva como pueblos a través de los siglos. Esto tiene que ver con el particular peso del pasado que lastra nuestra evolución histórica en los tiempos modernos y que crea un efecto recurrente y casi arcaizante, que otorga al relato un tono característico: el de una historia que se repite sin cesar a través de ciclos. Por último, uno de los aspectos más celebrados del libro es el de ser a la vez una narración de sutil complejidad y de insuperable transparencia, de tener sentidos recónditos y secretos y de ser natural, de provocar las más sofisticadas interpretaciones post-estructuralistas y el placer instantáneo del lector más inocente. No deja de ser deslumbrante, además, la habilidad del escritor para envolver en su historia otras historias y jugar con los repliegues del tiempo narrativo, generando así una serie de ondas y rizos que van y vuelven, lo que le otorga un movimiento circulatorio semejante al del mar. En ese movimiento incorpora todo, incluyendo modelos literarios que parecen muy alejados de su temple creador y de la naturaleza de la novela, tan ligada a la realidad colombiana; uno de los más significativos es el de Borges, cuya presencia se siente aquí detrás de los juegos de García Márquez con espejos, insomnios, presagios e infinitas reiteraciones".

POEMARIO DE DALMACIA RUIZ ROSAS. Letras.s5 publica el texto de presentación de Róger Santiváñez (leído por Willy Gómez el pasado viernes en el bar Yacana del Centro de Lima) a Conjunto de objetos encontrados -detestables sentimientos de jóvenes ingeniosos, tercer poemario de Dalmacia Ruiz Rosas. "A propósito de la perspectiva femenina de Ruíz Rosas Samohod, ella misma se encarga de contradecirla desde un punto de vista simplemente humano, por eso dice: no me interesa saber si soy hombre o mujer / no quiero definir / sólo voy a sentir e inmediatamente sigue la contradicción: porque nunca he sentido / Nada. Estamos pues ante una poesía que hace gala de la suma contradicción -famosa ley dialéctica de Mao Tse Tung- mediante la cual nos quedamos suspendidos de pronto en la más cruda realidad cotidiana: huyacocolorvencedorlátex -constatación del mundo a través de los elementos de la publicidad comercial que nos atosiga y en la que sin embargo podemos encontrar belleza peruana", escribe Santiváñez.

FONDO EDITORIAL UPC. En la página cultural de Correo Manuel Eráusquin publica una entrevista al escritor Gustavo Rodríguez, quien acaba de publicar un libro sobre el tenor Juan Diego Flórez. "El Fondo Editorial de la UPC, a través de Ursula Freundt, me propone hacer un libro sobre Juan Diego Flórez, tercero de una serie que se inició con Mario Vargas Llosa y continuó con Fernando de Szyszlo. Esa idea me agradó bastante. Yo había tenido noticias del primer libro, que fue escrito por Alonso Cueto, y el segundo por Mariela Balbi", comenta Rodríguez.

BRYCE. La página cultural de Perú 21 continúa rastreando nuevos plagios de Alfredo Bryce. "Dos meses después de que estallara el escándalo por la revelación de los numerosos plagios cometidos por el escritor Alfredo Bryce, Perú.21 encuentra uno más", se lee.

En la foto: José Miguel Oviedo, Gabo y Vargas Llosa, en Lima, en 1967. [Leyenda de La República]

martes, mayo 29, 2007

Cien años, PRL, Quorum y dos presentaciones

40 AÑOS DE CIEN AÑOS DE SOLEDAD. La página cultural de La República publica la primera parte de un extenso artículo del crítico José Miguel Oviedo a propósito de los cuarenta años (que se cumplen mañana) de la aparición de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez (quien, ahora mismo, "se aproxima a 'Macondo'"). Transcribo un elocuente fragmento del texto del crítico: "La novela tuvo un impacto instantáneo y general apenas fue publicada en Buenos Aires por la editorial Sudamericana. Incluso en círculos bastante ajenos a la actualidad literaria no se hablaba de otra cosa: era la noticia del momento. Recuerdo con bastante claridad (escribo este texto muy lejos de casa y de mis libros y notas personales) la carátula de la revista Primera Plana que saludaba la salida de la novela como un acontecimiento de trascendencia mayúscula, con una foto en la que el autor aparecía sonriente, exhibiendo sus bigotes de brocha gorda y su clásica camisa a cuadros de leñador, ocupando así un lugar de preferencia que estaba comúnmente reservado a políticos, artistas de cine y modelos de televisión. Los escritores y la literatura habían llegado por fin, con Gabo, a ser noticia de actualidad. Esa primera edición (cuya cubierta presentaba un abigarrado diseño que evocaba un paisaje de selva tropical, muy apropiado a la obra) fue seguida, casi de inmediato, por numerosísimas reimpresiones y reediciones que, en un tiempo récord, la convirtieron en la novela hispanoamericana más vendida del siglo XX. Poco más tarde, con ediciones en otros países y traducciones a prácticamente todas las lenguas del mundo, la novela llegó a ser un nuevo clásico de nuestra literatura y uno de los libros más conocidos de todas las épocas. En verdad, es una de esas obras cuyo mundo imaginario resulta tan convincente que todos tienen la sensación de haber estado, gracias a ella, en Macondo y de que es una realidad concreta, no sólo verbal. El significado de esa enorme repercusión es mayor si se considera que en esa misma década estaba en pleno florecimiento el fenómeno conocido como 'el boom', nombre que el periodismo (notoriamente la misma revista Primera Plana) aplicó a ese significativo momento de esplendor que la novela hispanoamericana alcanzó por entonces, gracias a obras como El Siglo de las Luces (1962) de Carpentier, La muerte de Artemio Cruz (1962) de Fuentes, Rayuela (1963) de Cortázar, La ciudad y los perros (1963) de Vargas Llosa y otras que renovaron sustancialmente el género. Es decir, Cien años... era una obra maestra entre otras obras maestras".

PRL Y QUORUM DE REVISTAS. En su columna de hoy en La República Abelardo Oquendo comenta "Dos buenas noticias". La primera es la "publicación periódica de circulación continental cuyo nombre dice mucho: Primera revista latinoamericana de libros (PRL). Su sede está en Nueva York, pero su editor es un peruano, Fernando Gubbins, con los siguientes asociados: Luisa Agrisani, Antonio Espinosa, Edmundo Paz Soldán y Pablo Quintanilla. Con el propósito de darse a conocer y establecer sus redes de colaboración y circulación, PRL ha lanzado un número cero, no venal". Pueden descargar dicho número aquí.
La segunda noticia tiene que ver con el hecho de que "la Universidad de Alcalá, en España, con la colaboración del Banco de Santander, trabaja en la creación de un portal que incluirá revistas de prestigio tanto españolas como latinoamericanas y portuguesas. Se llamará Quórum de Revistas y estará dedicado a las publicaciones periódicas generalistas de Ciencias Sociales y a las de Literatura (creación, crítica y ensayo)". Si bien no es precisamente el mismo proyecto al que se refiere Oquendo, pueden acceder pulsando encima de su título a la revista Quorum. Revista Iberoamericano de Ciencias Sociales de la Universidad de Alcalá.

DOS PRESENTACIONES. Como di cuenta en el post de ayer, hoy en el Centro Cultural de España Arturo Corcuera presenta su poemario A bordo del arca, "la obra ganadora del Premio Casa de las Américas 2006 cuya segunda edición acaba de publicar el Fondo de Cultura Económica (la primera nunca fue avistada en Lima)", como escribió en Caretas Maribel de Paz. Gonzalo Pajares Cruzado entrevista a Corcuera hoy en la página cultural de Perú 21. Va esta lección del poeta: "Un poeta tiene la obligación de tener siempre 20 años; mantener una juventud interior que lo impulse a trastrocar, a romper, a unir las palabras. A transformarlas según su voluntad y forzarlas a decir lo que uno quiere. Este ejercicio no siempre es placentero; incluso, puede ser angustiante".
Otra presentación importante esta noche en Lima tiene que ver con las artes plásticas. Y tiene que ver, nada menos, con la inauguración de la exposición Andy Warhol en el Centro Cultural de la Universidad Católica. Tal y como informa Francisco Izquierdo Quea en la página cultural de La Primera, la asistencia a la muestra (que se abre al público a partir de mañana) "tendrá un costo de S/. 5.00 (entrada general), S/. 2.00 (estudiantes) y S/. 1.00 (colegios). El horario de la Galería del Centro Cultural de la PUCP es de lunes a domingo, de 10:00 am a 10:00 pm. Permanecerá abierta hasta el domingo 12 de agosto de 2007". Esta mañana el pintor Carlos Enrique Polanco me comentó que pudo observar la exposición (curada por Ana Ferrero) durante su montaje y que es realmente muy buena. Y es que la misma, como apunta Izquierdo, "exhibe la colección plena de la Fondazione Mazzotta, en un total de 150 obras del padre del pop art". Si están en Lima, vayan, vayan, vayan. Tienen plazo hasta el 12 de agosto.

En la foto: el Che por Warhol. Pueden ver aquí una nota que da cuenta de un artículo de González Viaña sobre la 'Oda al ratón Mickey, superagente de la CIA', escrita por Corcuera en los setentas. "El poema le servía a Arturo para revelar el grado de la penetración cultural norteamericana en América Latina de Velasco Alvarado, Allende, Che Guevara, Atahualpa Yupanqui, los Quillapayum y los Jarkas. Tiempo después, Ariel Dorfman, confesaría que esa metáfora fue inspiradora en el estudio ya clásico que sobre ese tema emprendiera junto a Matelard", señala González Viaña.

lunes, mayo 28, 2007

La hamaca de Noé

Arturo Corcuera echa el ancla en Chaclacayo para extraer de ahí a los habitantes de su nuevo poemario interminable

Por Maribel de Paz*

Como verdadera arca diluviana, la casa de Arturo Corcuera se encuentra habitada por una vasta fauna, pero inanimada. Entre hipopótamos, jirafas, gatos y gallos de madera o arcilla, el poeta habita su propio universo alejado de las miserias humanas que pueblan el mundo: "Para poder vivir", explica cómodamente sentado en la hamaca de su jardín en Chaclacayo. Toda esa fauna, precisamente, es la que cobra vida en la nueva entrega del vate trujillano. Se trata de A Bordo del Arca, la obra ganadora del Premio Casa de las Américas 2006 cuya segunda edición acaba de publicar el Fondo de Cultura Económica (la primera nunca fue avistada en Lima).
Luego de cuarenta años de infatigables reediciones corregidas y siempre aumentadas de Noé Delirante, su opus magnum, el poeta se decidió a abordar el arca. Por si acaso, este nuevo proyecto también amenaza con múltiples ediciones. Solo en esta segunda ya hay cinco poemas más que en la primera. La advertencia está cursada.


A Bordo del Arca tiene mucho de nostalgia.
Sí, porque tiene mucho de memoria, mucho de recuerdo, de evocación. Este libro es una fabulación con todos los habitantes del arca que han convivido conmigo años de años.

Y se vuelve oscuro a ratos, como cuando el cuervo que te acompaña podría terminar arrancándote los ojos.
Sí, y también están los fantasmas. En el último poema, "Bitácora del arca", regresan todos los muertos alrededor de la pileta de mi patio, para hacer todas las cosas que hacían cuando estaban en vida.

¿Te habitan muchos fantasmas?
Sí, yo creo que sí. Convivimos con fantasmas que te rodean y se desprenden de los cuadros y de los objetos antiguos, y también con los que están dentro de ti. Con toda seguridad yo voy a ser un fantasma.

Para jalar patas.
Vendré a besar algunos pies. Procuraré que sea un beso cálido.

Al igual que en Noé Delirante, aquí también hay mucho de fábula. ¿Cuán importante es esta en tu vida?
He querido que haya un cordón umbilical con el libro anterior. La fábula es una de las notas fundamentales de mí poesía. Yo fui lector de fábulas desde muy niño, y como nací en el puerto de Salaverry entonces conviví con todas las aves marinas y los animales del mar, los caracoles, los peces, y todos esos animales fueron conformando lo que más adelante sería el Noé Delirante.

Dijiste alguna vez que la explotación de los niños era lo que te podía sumir en la más absoluta tristeza. ¿Qué opinas de la situación en el mercado de Santa Anita?
Eso es un acto de cobardía, protegerse detrás de unos niños, pero es algo que no debería resolverse a balazos. Parece que las décadas pasadas no nos han enseñado nada, como si en el Perú no hubiera ocurrido nada. Y hubo miles de muertos. En algún momento va a reventar algo.

Dices en el libro que sabes muy bien de lo que hablas cuando hablas de libertad.
Bueno, es que aquí te hablan de libertad aunque estés muerto de hambre, aunque seas un analfabeto o no tengas dónde vivir. Eso no es libertad. Libertad es poseer todo eso, tener derecho a la educación, al deporte y al arte, o sea, derecho a la diversión y al trabajo. ¿Cómo va a ser libre un analfabeto?

En el poemario te refieres al cortejo de la muerte que se avecina.
Cuando uno cruza los setenta años ya empieza a aparecer la sombra de la muerte, empiezas a pensar que la cosa se va aproximando, sobre todo en un poeta. En otros libros que tengo inéditos aparece también mucho el tema de la muerte.

Por otro lado, también estabas embarcado en la elaboración de un libro donde prima el erotismo.
Sí, es un libro que lo tengo listo para publicar y que no está dentro del arca. Es un canto celebratorio del cuerpo de la mujer, se llama Celebración de tu Cuerpo. Es poesía de amor pero no tiene nada que ver con la ausencia, el dolor o el quebranto, es simplemente un canto al cuerpo de la mujer con todos sus encantos, la mujer como un cuerpo celeste. Hay un aliento cósmico, la maga, la hermana, la madre y la amante.

Por último, en A Bordo del Arca hablas también del diablo que ves en tus pesadillas.
Aparece mucho en mis libros pero en realidad no lo veo tanto. Lo quiero exorcizar, enfrentarme con el mal.

¿Y tú cuánto tienes de diablo?
Yo tengo más bien de ángel. No, de ángel no tengo nada. Soy un demonio. ¿Te sirvo otro poquito de coñac?


* Publicado en Caretas 1977.
En la foto: Noé descansa en paz. El nuevo libro se presenta el 29 de mayo a las 7.30 p.m. en el CC de España (Natalio Sánchez 181, Santa Beatriz). [Leyenda de Caretas]

domingo, mayo 27, 2007

Entrevista a Fernando Ampuero

Manuel Eráusquin y Carlos M. Sotomayor entrevistan hoy en la sección cultural de Correo a Fernando Ampuero a propósito de su libro Paren el mundo que aquí me bajo, "un conjunto de relatos dotado de inquietudes vitales que determinarían el destino narrativo del autor", al decir de los entrevistadores, y recientemente reditado por Estruendomudo. Incluyo una pregunta. "La nueva edición es bastante singular, divide los cuentos en dos bloques: lado A y lado B, como los antiguos discos": "Los editores de Estruendomudo, atendiendo a las rockeras alusiones musicales de mis cuentos, han dividido el libro en dos partes, Lado A y Lado B, a la manera de los discos de acetato, hoy atesoradas nostalgias. El lado A reúne los textos escritos a fines de la década del sesenta, cuando yo contaba con 19 años. Esos textos vieron la luz en una edición artesanal y llena de erratas, aparecida en 1972, cuyo título fue Paren el mundo que acá me bajo. El lado B, donde figuran relatos nuevos, apareció en 1975 bajo el título Deliremos juntos y como añadido al primer volumen. Bajo este último título, y con algunas purgas de por medio, se sucederían varias ediciones, hasta que, en 1982, a 10 años de la edición original, incorporé un relato que estaba huérfano de libro, titulado 'El departamento'". Valga mencionar que este último texto cuenta, tal y como describe Gustavo Faverón en su artículo sobre "la narrativa peruana y los años de la violencia política" ya aquí mencionado, "la historia de un universitario limeño acusado de subversión y torturado hasta el colapso y la muerte, todo contado en clave de misterio urbano".

En la foto: Fernando Ampuero. Su libro se presenta este jueves a las 7.00 pm en el restaurante Patagonia (Bolívar 164, Miraflores).

sábado, mayo 26, 2007

Mañana en El Dominical de El Comercio

Hacer clic en la imagen para ampliar.

viernes, mayo 25, 2007

El océano trizado de Roger Santiváñez

Por Jorge Polanco Salinas*


"Sí, mar, gran mar de delirios dotado"
Paul Valéry

"Con el mar estoy como solo, sin embargo"
Sebastián Salazar Bondy


Ociosamente, en múltiples ocasiones me he puesto a pensar en quién escogería si tuviera que elegir a un solo poeta que represente la lengua castellana, y defender su poesía ante escritores de otras latitudes. Al final siempre llego a la misma conclusión: César Vallejo. No creo que exista un poeta que reúna al mismo tiempo toda la desolación y maravilla de nuestro idioma como él. No creo que haya un paradigma más imponente del poeta en Latinoamérica. La poesía de Vallejo contiene diversos ramales de intensidad poética, y en todos ellos nos remece. Es más, "irónicamente -como afirma el crítico Julio Ortega-, muchos poemas de Vallejo nos conmueven antes de que podamos entenderlos del todo, y no podemos estar seguros siempre de lo segundo. De allí también el carácter peculiar del hermetismo vallejiano"
[1]. Su riqueza transita por diferentes puestas en escena de la escritura: experimental, exuberante, cándida, descreída, comprometida, desolada, etc, pero sobre todo, intensamente escrita como la vida misma de Vallejo.
Sin embargo, para que un poeta de aquella talla pueda llegar a formarse un pueblo entero tiene que haber sufrido y cultivado inconscientemente la poesía. No es el único escritor peruano del que hemos obtenido poco a poco referencias (como siempre atrasadas): Emilio Adolfo Westphalen, César Moro, Sebastián Salazar Bondy, Javier Sologuren, Martín Adan, Américo Ferrari, José María Eguren, José María Arguedas, Carlos Germán Belli, entre muchos otros -incluso Mariategui en el plano del ensayo- sorprenden por la vigorosidad de su escritura. Pues la poesía peruana constituye una de las tradiciones más importantes del continente.
Por las noticias que históricamente nos han llegado, Perú es un país con una cultura rica en contradicciones, y aquello se muestra a través del lenguaje poético. Esta es quizás una de las virtudes proteicas de la poesía peruana, de acuerdo a lo que se alcanza a pispar entre los escasos libros o antologías que asoman en Chile. Sin duda, aquella es también una de las características de la poesía de Roger Santiváñez. En la selección que recorre treinta años de escritura, recogida en su libro Dolores Morales de Santiváñez
[2], despliega una poesía que varía de registros y de lenguajes. Pasa por la experimentación verbal, la espacialidad de los poemas al modo de Pound, la prosa poética, la búsqueda de una escritura entrelazada con la vida, la utilización de expresiones coloquiales (algunas provenientes del lumpen) y, en los últimos textos, la mezcla del inglés. Todas estas indagaciones dan cuenta de una escritura que no se detiene en su búsqueda. No obstante, tal como en Vallejo y el poeta mexicano Juan Rulfo, en diversos momentos de la poesía de Santiváñez una soledad constitutiva como la de Comala refulge entre los poemas, agregándose además un cándido erotismo que a veces pareciera confundirse con la desolación. ¿Será casualidad de lectura o un aspecto que se reitera en la poesía peruana?[3]
Tal vez. Tal vez no. Tal vez la poesía chilena patentiza asimismo aquella desolación constitutiva, y sea uno de los rasgos que asimila cierta parte de nuestras tradiciones poéticas. No puedo dejar de relacionar, por ejemplo, la data del poema "Viaje hacia la noche" de César Moro: "Lima, la horrible, 24 de julio o agosto de 1949", con el poema de Enrique Lihn: "Nunca salí del horroroso Chile". ¿No será que este cuestionamiento radical, esta relación de pertenencia y desarraigo, de amor-odio, en los poemas de Lihn y Moro, compone uno de los temples de autocrítica y sensación de intemperie tanto en chilenos como peruanos? Un poema de Santiváñez da cuenta de esta atmósfera, ubicándola igualmente como en "Piedra negra sobre una piedra blanca" de César Vallejo en París:


Rimbaud en Abisinia


En este cuento del amor
yo no sé si habré cantado
yo no sé si mi canción
será de amor o
soledad o frío de noche
por la noche
Oscuridad de Rimbaud
en Abisinia
sin ningún amigo en París
sin nada sin nadie
paria como tanto senderista
puro
solo
oscuro
duro
pasteleado
pastelero
refugio
rolling
stone
Aún
Vivo


Este poema espejea no sólo la soledad latinoamericana que persiste fuera de nuestros países, sino que además muestra ciertos aspectos que insisten en la poesía de Santiváñez. De algún modo, a pesar de la experimentación y los juegos fonéticos de su escritura (o justamente por eso), el poeta peruano establece una estrecha relación con circunstancias vitales y sociales. Este "paria" que declara: "Aún Vivo", seguramente ayudado por el oficio poético, no deja de lado la escritura política o, mejor dicho, social. Algunos textos contenidos en sus libros y plaquettes evidencian una rememoración de situaciones avizoradas primordialmente en los barrios de Lima y Piura. Por eso en muchos momentos la poesía de Santiváñez pareciera entreverada de vida. De ahí se explica que el fonetismo y la mixtura de expresiones idiomáticas vayan incorporándose en su poesía. El caso de Eucaristía es ejemplar: el libro yace convocado por un lenguaje germinal que atraviesa un peculiar gongorismo, unido a diversas locuciones latinas, peruanas, inglesas, y además a una musicalidad fonética que las sostienen.
En Eucaristía ya se insinuaba lo que iba a suceder en el actual libro. El acento de algunos poemas de Amastris está puesto en el inglés debido a razones vitales: el enfrentamiento cotidiano del autor con el idioma al haberse trasladado a Estados Unidos. Como poeta este fenómeno es crucial. Confrontar dos lenguas y mixturarlas es ocasionado por una experiencia del lenguaje novedosa. En otros escritores latinoamericanos también se observa como se está dando testimonio de dicho suceso. Piénsese, por ejemplo, en algunos poemas actuales de Luis Correa-Díaz, o en la misma perspectiva, en la traducción de El Quijote al spanglish. En cuanto fenómeno cultural y poético este proceso de intercambio lingüístico es interesante de seguir pesquisándolo.
Amastris sitúa su escritura en el país del Norte, sin abandonar la memoria del Perú. Filadelfia se aúna en el recuerdo con Piura, iniciando el recorrido del libro a través de unas delicadas y bellas prosas poéticas. "Nadie toca la canción –dice en un poema- sólo yo & la memoria"; una memoria que comienza de forma casi pictórica a orillas del río Cooper, y que después viaja hacia al río Piura. El título Amastris pareciera insinuar estos dibujos poéticos y paganos que se confabulan con el amor y el erotismo de ninfas bañándose "calatitas". Los primeros textos se mantienen en la orilla, pero al avanzar las letras se confunden con el río y el mar. La cita de Pound al comienzo de la segunda parte es primordial: allí se da inicio al oleaje de los versos, la espacialidad de los poemas cambian -como si las mismas palabras se sumergieran lentamente en el océano- y el ritmo se entrecorta en oleadas de sentidos onomatopéyicos.
Aun cuando la influencia de Pound es sugerida en la libertad de la página, se cristaliza principalmente en la mixtura de expresiones idiomáticas. El inglés ayuda a través de su musicalidad de onomatopeya al resonar alternado con el castellano. El mejor ejemplo es el poema de la venta de chicken tacos, mientras pasa una gaviota y el poeta pregunta por el vuelo incaico en el Atlántico Norte. Si además se tiene la fortuna de escuchar este texto leído por Santiváñez –como tuvimos la oportunidad el año 2006 en Viña del Mar-, estas diásporas de sonidos se oyen nítidamente, y alcanza a intuirse la manera cómo el poeta refina su oído para reunirlas en la escritura.
En aquellos poemas de Amastris entusiasma la aspereza hermética que crea el verso. El hermetismo surge ante la marea elaborada por el poema, que requiere de fracturas y aliteraciones. Las torsiones sufridas por la palabra crean rizos musicales, y no se puede dejar de recordar aquella tradición peruana que resquebraja el verso, tal como se lee, por ejemplo, en el excelso Vallejo de Trilce. Estos giros son los que provocan la sensación de un lenguaje que se inaugura a sí mismo, advirtiendo de refilón la crítica contenida en la contraportada de Eucaristía a la ilusión generada por la primacía del coloquialismo. Es decir, la idea de que los usos coloquiales tienen una relación directa con la realidad, olvidando que también es lenguaje y que, por ende, no puede escabullirse –parafraseando a Celan- de las rejas del habla. Lo que expresa esta crítica es el cuestionamiento al fundamento que ha sostenido a los defensores acérrimos del coloquialismo, en la supuesta preponderancia que tienen ciertos usos de la lengua por sobre otros. No se trata tampoco de eliminarlos –el mismo poeta ocupa usos coloquiales-, sino de ubicarlos en su lugar como una forma más de las expresiones posibles en poesía.
Las fracturas de ciertos poemas de Amastris son interesantes debido a que no pierden musicalidad. Esta eufonía proviene quizás del ritmo propio de "los mares del solitario sur" –como señala Santiváñez-, donde el "antiguo tema del poema (parece) una especie solitaria en extinción", pero en el que aún persiste "la brisa vespertina de la sierra / Porque somos de aire & de mareas". Es por ello que el poeta conjuga aquel reino de fracturas a través de un peculiar canto resquebrajado. Algunos dicen que es imposible leer a Vallejo sin haber escuchado el vals peruano, y yo diría que, en mi caso, me resulta difícil leer a Santiváñez sin atender a esa música de "olas (de) vidrios rotos".
Quisiera insistir, antes de terminar esta breve presentación, en la oportunidad que abre la publicación de este poemario. Los intercambios que pueden suscitarse con la edición de poetas peruanos resulta primordial, sobre todo al considerar la importancia que reviste su tradición. Y este libro de Roger Santiváñez demuestra la instancia de reconocimiento que se amplía al leerlos. Un aspecto, eso sí, me interesa volver a destacar a partir del actual texto, y es la mirada desamparada que conforma al Latinoamericano, más aún cuando se relaciona con el supuesto "Primer mundo", debido a que su desolación tiene que ver también con una soledad del lenguaje. De ahí que el lector puede hallar diferencias notables si compara la comodidad de la palabra que plasma el "espíritu" en el mar de Valéry, por ejemplo, con las oleadas de hebras de Santiváñez
[4]. Las fracturas de la versificación no son para nada triviales en los escritores latinoamericanos, si pensamos en las hondas repercusiones que han traído consigo las herencias idiomáticas. Por eso de este poeta que comienza en Amastris describiendo una especie de retrato, y que crea después una distancia lozana a través de su palabra bellamente hermética y resquebrajada, dan ganas de decir que triunfa precisamente porque su lengua se vuelve una herida.

Verano, 2007

[1] Cf. "La hermenéutica vallejiana y el hablar materno" en Vallejo, C. Obra poética, Allca / Universitaria, Madrid, 1997, p. 620.
[2] Véase: Hipocampo editores, Lima, 2006.
[3] Piénsese en el hablar materno de Vallejo que rescata Ortega, patentizado por excelencia en los versos de Trilce XXVIII: "He almorzado solo ahora, y no he tenido / madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua", por ejemplo, junto con los versos de Sebastián Salazar Bondy: "En todo aquello de que hablo hay temor (...) Madre escucha venir con sus coturnos de acecho / al dios de la salud en su coche de mimbre (...) hay un vago temor cuando algo se detiene o las cortinas/ danzan al lado mismo de las almas cercanas", donde se siente esa desolación constitutiva que apela al cuidado de la madre.
[4] Véase el poema "El cementerio marino" de Paul Valéry, y las opiniones que el autor francés sostiene sobre el mismo texto: "La literatura no me interesa, pues, profundamente, sino en la medida en que ejercita el espíritu en ciertas transformaciones: aquellas en las que las propiedades excitantes del lenguaje juegan un papel decisivo(...). La fuerza de doblegar el verbo común para fines imprevistos sin romper las 'formas consagradas', la captura y el dominio de las cosas difíciles de decir, y, sobre todo, la conducción simultánea de la sintaxis, de la armonía y de las ideas (que es el problema de la poesía más pura), son, para mí, los objetos supremos de nuestro arte". Cf. Valéry, P. "Sobre el cementerio marino", en El poeta y su trabajo, Universidad Autónoma de Puebla, 1980. Los destacados son míos.


* Prólogo de Amastris de Róger Santiváñez. Viña del Mar, Ediciones Altazor, abril 2007, 52 pp.

jueves, mayo 24, 2007

Bryce, plagios, musas y muertos

El escritor César Gutiérrez publicó el último domingo en el suplemento Crónicas del madrileño diario El Mundo el artículo "Bryce, gran 'fusilador' de artículos". A su vez, Gutiérrez ofrece una exclusiva breve entrevista de tres preguntas a Bryce. Valga señalar que es la primera vez que Bryce responde sobre el tema a un periodista peruano en particular (probablemente por tratarse de un medio español).
Por otra parte, hoy en la página de opinión de El Comercio Fernando Vivas escribe unas "reflexiones sobre el plagio" bajo el título de "Jura que no plagiarás".
El domingo en su weblog Kolumna Okupa Rocío Silva Santisteban publicó un post titulado "Los escritores y sus estereotipadas musas".
Finalmente, hoy en la página cultural de La Primera (diario que inaugura nueva dirección electrónica en su página web) Jack Martínez reseña La felicidad de los muertos de Enrique Cortez. "El protagonista de esta historia es Enrique, y él, narrando primero sucesos autobiográficos, da inicio a La felicidad de los muertos. Hablando de sí mismo, se dirige también al lector, introduciéndolo así en su conflicto, en su inicial aburrimiento y posterior reflexión. Enrique se construye como un personaje marcado por la soledad, la timidez y la lejanía de su madre, quien cumple una condena por terrorismo en el penal de Yanamayo. Ante este hecho, el personaje, incomprendido y desorientado –que nos recuerda en ese aspecto al protagonista de Adiós Ayacucho de Ortega– entrega la posta del relato a otros narradores (en tercera y segunda persona), y deja que la novela se sumerja en la complejidad, a veces fragmentaria, que conlleva el cambio de perspectivas, los saltos en el tiempo y las anécdotas de nuevos protagonistas", señala.
PD: Este sábado en La Noche de Barranco tocará la banda neoyorquina Mahogany conjuntamente con el grupo peruano Resplandor. Imperdible. Más información vía este artículo de Raúl Cachay.
PD2 Viernes 25: En un artículo reciente publicado en el número de abril de la revista española Quimera (y reproducido en su weblog), Gustavo Faverón menciona que Alonso Cueto "abre con la novela La hora azul (2005) lo que se anuncia como un periodo de elaboración de ficciones ideológicamente afines a la doctrina reconciliadora avanzada por el Informe final de la Comisión de la Verdad en agosto del 2003". Sin ningún ánimo de nada, quiero mencionar que yo aquí había hecho referencia, sobre la base de unas declaraciones de Santiago Roncagliolo, en un post del 24 de mayo del 2006, al "tema de la violencia política en la novela peruana post-CVR", nombrando específicamente a Santiago Roncagliolo con Abril rojo y a Alonso Cueto con La hora azul, y donde se puede sumar (como hizo Roncagliolo, quien anuncia dicho periodo), a Víctor Andrés Ponce. Retomé la frase el 10 de agosto de dicho año a propósito de un artículo de Fernando Vivas.
PD3 Sábado 26: Gustavo Faverón ha comentado mi anterior PD. En su artículo del jueves, Fernando Vivas habla de la necesidad de "citar las fuentes de frases y datos prestados". Al comentar dicho artículo, Iván Thays escribe que "no sólo se vulneran los derechos de autor al coger un artículo íntegro de otra persona sino también al dejar de citar -por descuido, negligencia, mala intención u olvido- la fuente de la que sacamos nuestra información". "¿Que la novela de Cueto es post-CVR? Para decir eso no hace falta destreza alguna; sólo hace falta un calendario", alega Faverón con relación a mi PD del viernes. El hecho es que el 02 de marzo del 2006 (en un post significativamente titulado "Memoria y amnesia") él mismo había cuestionado tal uso del "calendario" (mi frase, repito, fue elaborada "sobre la base de unas declaraciones de Santiago Roncagliolo" al diario El Comercio. Yo había acusado recibo de éstas un día antes, el 01 de marzo, en el post "Momentos distintos en la narrativa peruana sobre la violencia política"). Faverón en esa fecha escribió: "En su afán, quizá inconsciente, de apropiarse de algún lugar fundacional, [Roncagliolo] ensaya una peculiar periodificación según la cual la historia de la novela peruana de la violencia se debe dividir en un antes y un después de la CVR". Tal "peculiar periodificación" (en la que está insertada mi frase sobre el "tema de la violencia política en la novela peruana post-CVR") es la que Gustavo Faverón ahora utiliza (en su artículo de Quimera) para afirmar que Alonso Cueto "abre con la novela La hora azul (2005) lo que se anuncia como un periodo de elaboración de ficciones ideológicamente afines a la doctrina reconciliadora avanzada por el Informe final de la Comisión de la Verdad en agosto del 2003".
Por otra parte, Faverón sostiene que "colocar la novela de Cueto con la de Roncagliolo en un mismo rubro es algo que yo no haría. Es más: mi artículo señala específicamente la distancia ideológica enorme entre una novela y otra". Su argumento es atendible. Sin embargo, el hecho de la "distancia ideológica enorme entre una novela y otra" no borra el que ambas obras se escriban y publiquen con posterioridad a la fecha calendario de agosto del 2003. Que las obras se sitúen con relación al Informe a través del diálogo, la contestación o lo ideológicamente afín es adjetivo con relación a la periodización en sí. Así, para Santiago Roncagliolo, en la mencionada entrevista de El Comercio, "lo que marca [el giro de la confrontación al de la reflexión] es la aparición de la CVR". En su reseña en Ajos & zafiros a la novela De amor y de guerra de Víctor Andrés Ponce, Víctor Quiroz señala, por ejemplo, que la misma "busca dialogar con el debate generado, en gran medida, tras la publicación del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación". Para el caso de La hora azul de Alonso Cueto, Gustavo Faverón enumera en su artículo de Quimera las "ideas medulares" que la misma guarda con el Informe de la CVR a través de la frase "Tanto en la novela de Cueto como en el Informe". Siendo correcta la misma, lo preciso hubiera sido afirmar "La novela de Cueto, al igual que el Informe", dado que La hora azul se escribe y publica con posterioridad a la fecha calendario de agosto del 2003. Las "ideas medulares" de la novela, tal y como las enumera Faverón, provienen del Informe. No se retroalimentan mutuamente. Es La hora azul la que se retroalimenta del Informe.

En la foto: Alfredo Bryce, descrito como "plagiador serial" por Fernando Vivas.

miércoles, mayo 23, 2007

Breves

ESTUARDO NÚÑEZ. El domingo, en la entera página 2 de El Comercio, Francisco Tumi Guzmán entrevistó al crítico literario Estuardo Núñez, "quien abre la modernidad de los estudios literarios en el Perú con el libro La poesía de José María Eguren, publicado en 1931. Su obra crítica está desperdigada en decenas de libros y artículos dedicados al estudio de la poesía y la narrativa peruanas, y en otros volúmenes sobre los viajeros extranjeros que han recorrido el país y han escrito sobre él. Barranquino de toda la vida, fue condiscípulo de Martín Adán en el Colegio Alemán y más tarde cotertuliano de José Carlos Mariátegui y amigo de Jorge Basadre. Es una figura capital de la cultura peruana del siglo XX que se asoma al siglo XXI con una mirada lúcida e insólitamente expectante, sin rastro de nostalgia por el pasado", tal y como escribe Tumi. Incluyo una pregunta. "¿Cómo fue su relación con José Carlos Mariátegui?": "Lo conocí mucho y muy de cerca. Iba y participaba en las tertulias que él hacía en su casa, con gente de distintos niveles de izquierdismo. Allí siempre había gente de varias tendencias ideológicas. No solo había comunistas; había también gente de ideas avanzadas en general, tanto para lo público como para lo privado. Estuve con Mariátegui. Él estaba identificado con ese plan de cambio y de mejoras de las condiciones de vida, de cambio de la formación social que el Perú necesitaba. Lamentablemente, murió pronto".
LAS MORADAS. El narrador Carlos Calderón Fajardo publica hoy en el weblog Bitácora de El Hablador el artículo "Las Moradas: 60 años de su creación". "En el Perú se viene produciendo una cultura de un nivel creativo muy alto desde mucho tiempo atrás, y lo que hacemos hoy es producto de notables esfuerzos anteriores. No podemos comprendernos a nosotros mismos, ni orientarnos con un horizonte seguro para lograr lo que pretendemos si no regresamos a ciertos acontecimientos cruciales. La cultura es eso: volver a lo que fue importante en el pasado para expresarnos en el presente y proyectarnos al futuro. Hace 60 años, un mes de mayo de 1947, salió a la luz el primer número de la revista Las Moradas, creada y dirigida por el poeta Emilio Adolfo Westphalen. Su primer número tuvo como miembros del Comité de Redacción a Carlos Cueto Fernandini, Jorge Eduardo Eielson, Enrique Iturriaga, Fernando Shawb y Fernando de Szyszlo, con ilustraciones de Ricardo Grau, Klee, Sérvulo, Carlos Quíspez de Asín, y viñetas de Szyslo y la contracarátula de Judith Westphalen. Cada ejemplar se vendió a tres soles, pero el contenido de la revista es de un valor incalculable", afirma el autor de Historias de verdugos.
LIBRO DE CÉSAR HILDEBRANDT. Carlos Cabanillas entrevista en la edición de esta semana de Caretas (Nº 1976) a César Hildebrandt con motivo de la publicación (vía Planeta) de su libro de memorias televisivas La cámara del terror, del cual se ofrece un fragmento.
PLAGIO CONTRA ÁGREDA. Hoy en la sección cultural de El Peruano Ernesto Carlín Gereda publica el artículo "En Colombia plagian a crítico Javier Ágreda".
NUEVO WEBLOG. La poeta Cecilia Podestá se lanza al ruedo de los weblogs vía Muro de carne. Suerte.
BEATRIZ SARLO A PROPÓSITO DEL GOL DE MESSI. Vía El blog del Morsa me entero de un artículo de Beatriz Sarlo sobre "Los verdaderos héroes de nuestro tiempo" publicado este domingo en Clarín. "Por supuesto, nadie piensa en plata cuando ve la repetición del gol de Maradona o de Messi. En la breve intensidad de ese momento se disuelve el dinero. Y sin embargo, el dinero está del otro lado, presente aunque vuelto invisible por la astucia, la destreza y la gracia de una jugada. El dinero ha convertido al deporte en un fenómeno planetario y a los héroes deportivos los ha colocado en la mayor proximidad que pueda pensarse respecto de dioses terrenales. Sin dinero no hay televisión (y viceversa). Sin televisión no hay planeta. Excepto en regiones, como Irak o Israel, donde hay guerra, invasión o enfrentamientos religiosos, o en algunos países que atraviesan procesos complejos de transformaciones encabezados por dirigentes carismáticos, o equivocaciones masivas como la respuesta popular a la aventura militar de la dictadura en las Malvinas, el patriotismo deportivo es la forma suprema, más penetrante y más colectiva del patriotismo. Nada nos arranca de la inmediatez y el encierro como una victoria nacional en fútbol y ningún otro mérito será tan celebrado como el que demostraron en esa victoria los deportistas. En el mundo de las celebrities ellos tienen, por eso, un lugar aparte, sobre el que no hay división. Son héroes contemporáneos precisamente por la unanimidad a la cual es difícil sustraerse porque no se trata de una actividad cualquiera, sino de aquella que representa, en un mismo plano, a la gente concreta y a la nación simbólica. El que no está allí es un antipatria, un desviado indiferente o un intelectual pedante y peligrosamente crítico", sostiene la crítica argentina.

En la foto: Emilio Adolfo Westphalen.

martes, mayo 22, 2007

Horno de reverbero, cuarto libro de José Donayre

En los próximos días la novísima editorial Mundo ajeno pondrá en circulación el nuevo libro del narrador José Donayre Hoefken: Horno de reverbero, "un conjunto de cuentos y reflexiones breves que empecé a publicar virtualmente, en un blog del mismo título, durante 2004", como señala el propio autor en una comunicación. Valga mencionar que Horno de reverbero es el segundo libro de autor peruano cuyo punto de inicio se ha dado vía el weblog. El caso anterior y casi paralelo es el reciente Jet Lag de Santiago Roncagliolo.
"Adelantándome a las críticas que se harán ('vocabulario rebuscado', 'terminología oscura', 'repertorio para cuatro gatos'), hace unos días retomé el espacio de este blog para ofrecer un glosario que tiene el fin de esclarecer los 69 títulos de esta colección", informa Donayre. Pueden acceder aquí a los variados y disímiles weblogs (entre ellos varios fotologs) administrados por el escritor.
Mundo ajeno ha publicado anteriormente (y en este mismo año) La felicidad de los muertos de Enrique Cortez y Sakra Boccata de José Antonio Mazzotti.
Donayre es autor de la novela La fabulosa máquina del sueño (1999), la colección de relatos Entre dos eclipses (2001) y la novela La trama de las Moiras (2003). Horno de reverbero será presentada próximamente.


En la foto: carátula del libro.


lunes, mayo 21, 2007

El Dominical + tres notas

EL DOMINICAL. La edición de ayer de El Dominical de El Comercio fue (una vez más) una sucesión tras otra de artículos de interés. Se incluye un adelanto de La biblioteca de noche, nuevo libro (editado por Norma) del escritor y crítico argentino Alberto Manguel.
Peter Elmore escribe sobre la novela Noticias del imperio del mexicano Fernando del Paso. "Ni mera alegoría del presente ni crónica ilusoria del pasado, la tercera novela de Fernando del Paso es un artefacto de la memoria y un documento de la imaginación. '¿Qué sucede -qué hacer- cuando no se quiere eludir la historia y sin embargo al mismo tiempo se desea alcanzar la poesía?', se pregunta la voz autorial casi al término del libro. La respuesta -brillante, densa, polémica- es la propia Noticias del Imperio", concluye.
Otro escritor mexicano que merece atención en esta edición de El Dominical es Juan Villoro, quien fuera entrevistado en Bogotá por Carlos Batalla. Villoro define a los weblogs como "los bares de la aldea global".
Diego Otero se pregunta "¿Qué significa hoy el arte pop?" a propósito de que "desde el próximo martes 29, en la galería del CCPUCP, se presenta una exposición antológica del provocador y ubicuo Andy Warhol, uno de los artistas cruciales de la segunda mitad del siglo XX". Con relación a este tipo de arte en el Perú, Otero escribe: "El arribo del arte pop al Perú tuvo muchas resistencias, y se suele decir que al principio fue solo una asimilación epigonal. (En el libro Franquicias imaginarias, Jorge Villacorta y Max Herández Calvo afirman que ese rechazo puede tener que ver con una necesidad -de elite- de no brindar preponderancia a los dominios de la opinión sobre los de la crítica). El caso es que aún hoy vibran los trabajos de Zevallos Hetzel, Emilio Hernández y Luis Arias Vera, entre algunos otros que abrieron la brecha para que el Grupo Huayco, a inicios de los ochenta, desarrollara eso que se conoce como 'pop achorado', un conjunto de propuestas formal y simbólicamente vinculadas a las problemáticas de nuestra sociedad. El eco de estas propuestas extiende sus brazos hasta hoy. El pop ha triunfado".
Jorge Paredes entrevista a Nelson Manrique a raíz de su participación en el concurrido seminario Industrias culturales. Máquina de deseos en el mundo contemporáneo que se llevara a cabo del 09 al 11 de mayo en el CC PUCP. "Estamos viviendo la transición entre la fase industrial del capitalismo y lo que se ha denominado la sociedad de la información. El orden industrial ha entrado en crisis. La manifestación más evidente de esto es la desaparición de la gran empresa. Henry Ford llegó a tener bajo un mismo techo a 103 mil trabajadores. Ahora una empresa de automóviles como Toyota trabaja subcontratando otras 40 mil empresas en muchos países del mundo. En los años setenta, cuando Velasco quiso controlar la prensa, la expropió. Eso sería imposible ahora con Internet, pues cada persona es potencialmente un emisor. Un blog se hace desde una cabina pagando 30 centavos de dólar. El problema ya no es dinero, sino conocimiento. Y estas transformaciones están volviendo a crear condiciones semejantes a las de la era preindustrial. Yo tengo en mi casa mis medios de producción, computadora, impresora, scanner, conexión a Internet. Y desde aquí envío mi producto por red. Igual trabajaba en su casa un artesano de la etapa preindustrial. Gran parte del desconcierto actual es por la incomprensión de este nuevo momento, en que lo viejo, lo industrial, está en crisis, y lo nuevo, vinculado a la sociedad de la información, está en expansión", afirma Manrique.
Marcel Velásquez Castro (uno de los ponentes en el mencionado seminario) reseña el poemario Allí donde brota la luz de Jorge Nájar. "El gran significante del libro es la travesía que se manifiesta en la figura de La Ruta de la Seda, el mítico y milenario viaje que unía Oriente y Occidente, el espacio del cruce de lenguas y religiones. La seda se convierte en metonimia de la lujuria, el placer y el dinero, y paralelamente, el viaje en una reflexión sobre la vida desde un espacio de enunciación más próximo al final que al crepitar de las ilusiones", escribe Velásquez.
TRES NOTAS. La sección cultural de El Peruano da cuenta hoy de unas declaraciones del escritor colombiano William Ospina, brindabas en la Cuarta Feria Internacional del Libro en la Ciudad de Panamá. "La verdad es que pienso que una de las causas fundamentales de la violencia colombiana está en la manera como el país ha sido gobernado, y en cómo grandes sectores de la población no han sido incluidos en un proyecto de país engrandecedor y verdaderamente noble. [Esto] genera mucho resentimiento, mucha exclusión, y eso –combinado con la pobreza, con la ignorancia, con el desamparo– produce fenómenos de violencia, de delincuencia, de rebeldía. De modo que creo que lo que hay que replantearse es la manera de interpretar el país, la manera de gobernarlo, porque es evidente que en países donde hay más respeto por la gente, más inclusión, más equilibrio, más educación, son países mucho más pacíficos y mucho más tranquilos", manifesta Ospina. En su columna de hoy en Perú 21 Alonso Cueto escribe sobre "El misterio del mercado". Por su parte, en este mismo diario, Gregorio Martínez publica un extenso artículo titulado "Imitación y plagio".
PD: Este sábado asistí (viví, compartí), en Pachacamac, una experiencia extraordinaria: la ceremonia del Temazcal, la cabaña del sudor, "un baño de purificación indígena, un sauna sagrado de propiedades terapéuticas, físicas, psicológicas y espirituales, heredadas de las antiguas culturas meso americanas", tal y como describe la periodista Gabriela Wiener en una crónica (que aquí les ofrezco en una y dos partes) publicada el 2003 en El Dominical de El Comercio. "Es casi como si ingresáramos al vientre de la madre tierra para salir purificados", se lee a su vez en una crónica de Cecilia Yáñez publicada en La Nación de Chile. Y así fue. "Sumersión prolongada en las formas para emerger purificado", como en el verso de Hinostroza. Ajómetaquasi.

En la foto: Nelson Manrique. "Estamos viviendo la transición entre la fase industrial del capitalismo y lo que se ha denominado la sociedad de la información. El orden industrial ha entrado en crisis", afirma.

domingo, mayo 20, 2007

Blanca Varela, Carmen Ollé

VARELA. Mario Vargas Llosa dedica íntegramente su columna de hoy en la página de opinión de El Comercio al "Elogio de Blanca Varela". "Llueven los premios sobre Blanca Varela -ayer el Octavio Paz de Poesía y Ensayo, el Ciudad de Granada, el Federico García Lorca, ahora el Reina Sofía- justamente cuando no está en condiciones de saberlo, pues se halla retirada y sola en un territorio que imagino tan privado, misterioso y mágico como su poesía", empieza escribiendo el novelista. Por su parte, Rocío Silva Santisteban hace lo propio en su columna de Domingo de La República: "Blanca Varela, vive y vencerá" es el título de su texto. "Lo más cierto de todo, lo indudablemente cierto, es la indiferencia de la alta cultural del país -si eso existe- ante una autora que, además de darnos lecciones de sabiduría y poesía, sitúa al Perú como una fuente privilegiada de escritores de primer nivel en el mundo de habla española", afirma. Augusto Elmore escribe también sobre Varela en su columna Lugar común del último Caretas. Dice de ella que es "la más importante poeta latinoamericana de la actualidad y, ¿por qué no?, de todos los tiempos, por encima de la tan celebrada (Premio Nobel incluido) Gabriela Mistral".
OLLÉ. La sección cultural de Correo publica hoy una reseña de Olga Rodríguez Ulloa a Retrato de mujer sin familia ante una copa de Carmen Ollé, quien en este nuevo libro suyo "aborda el tiempo evadiendo la linealidad. La narradora alterna épocas de juventud y madurez. Escarba metódicamente en sus miedos y paranoias, así como en los gestos de sus compañeras/os sexuales. Se puede descubrir en todos los pasajes la presencia de una voz particular, pero igualmente podemos rastrear perspectivas y estados disímiles. La tensión es una marca constante y alude principalmente a los entrampamientos conceptuales, a la dificultad de conciliar razón, pasión y goce, sean del tipo que sean", según escribe la reseñista. Ayer en el suplemento Somos de El Comercio, Natalia Ames publicó un artículo a propósito de este libro. "La autora mezcla diversos registros como la autobiografía, el relato de ficción y el ensayo, para indagar sobre la presencia de la verdad en el texto literario", escribe.

sábado, mayo 19, 2007

Mapa para perderse en el universo de Andrés Caicedo

Por Carlos Torres Rotondo, desde Madrid

El 4 de marzo de 1977 el colombiano Luis Andrés Caicedo Estela se suicidó en su piso de Cali ingiriendo 60 pastillas de Seconal. En sus 25 años de vida tuvo tiempo para elaborar una obra multidisciplinar dentro de esa tradición que por igual –a falta de un mejor vocablo en castellano- puede llamarse contracultura o cultura a la contra, underground o pop. Poeta y dibujante de historietas; melómano; crítico, guionista y director de cine, fundador y animador del Cine Club de Cali; hombre de teatro (actor, director y dramaturgo); su obra en el campo de la narrativa literaria es, sin embargo, lo que le asegura la inmortalidad. Dentro de la vasta cartografía del pop, Andrés Caicedo puede ser comparado a los casos adolescentes de autores como Rimbaud, Hart Crane, Radiguet, Jean Vigo, Robert Johnson, Georg Trakl, Sylvia Plath, Jim Morrison, Ian Curtis, Cobain, Carlos Oquendo de Amat, Percy Shelley, Gram Parsons, Brian Jones, Nick Drake, Hendrix, Luis Hernández y tantos otros. La corta vida de Andrés y su precocidad –o mejor aún, su carrera hacia la muerte- forman un nudo inseparable con su obra.

1. PRINCIPIO: 1951-1968
Nace en Santiago de Cali el 29 de septiembre de 1951, hijo de una familia acomodada. Su niñez está marcada por la prematura muerte de su hermano y es solitaria y enfermiza: simplemente sufre desde el origen, como todo héroe romántico. A los nueve años comienza a revelarse su afición compulsiva a la lectura, su cinefilia y sus primeros afanes creativos como dibujante de historietas. En 1964, cuando empieza esa edad tormentosa que es la adolescencia y que nunca lo abandonará es trasladado a tercero de bachillerato en el colegio Calasanz de Medellín. De esa época data su primer cuento. Su título, "El Silencio", podría describir la entropía que atraviesa su obra completa. El año siguiente hay un nuevo cambio de colegio. Pasa 1965 en el San Juan Berchmans, de Cali. Permanecerá físicamente ahí solo un año. Y subrayo físicamente porque casi toda su obra narrativa gira alrededor de ese centro de estudios, que por la magia de su prosa se convierte en una suerte de microcosmos quinceañero donde la autodestrucción, la música, la hipersensibilidad, el cine, la violencia, el horror, el sexo y la muerte son los elementos esenciales de un universo narrativo donde –a la manera del Yoknapathawa de Faulkner o los mitos de Cthulhu de Lovecraft- personajes secundarios en un texto adquieren protagonismo en otro, conformando un mundo que es atravesado por muchas espadas, una obra caleidoscópica unida temáticamente en medio de la dispersión de técnicas narrativas, códigos y formatos elegidos para representarla.
1966 es el año de los manifiestos generacionales pero Andrés, freakie, escribe ese personalísimo grito de odio y desacomodo frente a la sociedad que es "Infección". No me atrevo a llamarlo cuento, es más bien una declaración de principios hecha por un quinceañero lúcido y atormentado, con un profundo conocimiento del dolor espiritual.
Hasta 1969, año de un incesante satori creativo, rayo en la noche oscura, que no culminará hasta su muerte, Andrés se dedica paralelamente a su actividad teatral (que vista en el tiempo no tiene tanta trascendencia como su trabajo de crítico de cine y narrador) y a pergeñar sus primeros intentos narrativos, que vistos hoy día, no son tanto la labor de un escolar aplicado, como la voz de un ángel caído que nunca quiso abandonar los 15 años, y que supo desde el inicio que volverse viejo era prostituirse y ser domado por el incesante trajinar de los días, asumiendo el simulacro como forma de relacionarse con el mundo y las personas.
Rápidamente escribe sus piezas dramáticas Las curiosas conciencias, El fin de las vacaciones, Recibiendo al nuevo alumno, El mar, Los imbéciles también son testigos y La piel de otro héroe. Además, adapta y dirige Las sillas y La cantante calva de Ionesco e ingresa como actor al teatro experimental de Cali, forma parte del grupo teatral Los Dialogantes y se vincula al grupo de teatro de la Universidad del Valle. Esta etapa teatral será abandonada rápidamente para no ser recuperada nunca más –la representación en vivo es algo incompatible en el espíritu de Caicedo, demasiado próximo a la muerte y por lo tanto al congelamiento dinámico de la imagen cinematográfica-, pero en el interín empieza la construcción de lo que será una sucesión de ficciones literarias sobre la entropía, el tormento, la adolescencia.
Mientras tanto, sigue cambiándose de colegios. Luego del San Juan Berchmans viene el San Luis, y finalmente puede culminar el bachillerato en el Camacho Perea. No volverá a pisar las aulas nunca más. Se dedica únicamente a su labor como escritor, encerrado compulsivamente en su habitación con el teléfono desconectado, tanto así que recibe de sus amigos el apodo de Pepito Metralla, porque no deja de escribir ni siquiera en las fiestas, donde coloca su máquina de escribir en medio de las parejas bailando. Rodeado por el alcohol y la cocaína y cercado por sus crisis maníaco-depresivas continúa su producción literaria como un automóvil sin freno directo hacia el fatal 4 de marzo de 1977.
De esta etapa de formación datan su novela inconclusa e inédita El Soldadito de plomo, el relato "Berenice" (que luego será canibalizado en su trilogía Angelitos empantanados) y "Los dientes de Caperucita", una joyita literaria sobre el miedo a la castración en la adolescencia. Estos dos relatos son premiados, el primero en el concurso de cuento Univalle y el segundo en el concurso latinoamericano de cuento organizado por la revista venezolana Imagen. Aquí ya aparece claramente la gran protagonista de su obra: la ciudad de Santiago de Cali, que en Caicedo es a la vez un "Calicalabozo que espera pero no le abre las puertas a los desesperados" y "Caliwood", una ciudad cinéfila donde la ficción y el simulacro invaden lo real. Hay que anotar asimismo que la ciudad fue posiblemente el único territorio en los 70 donde convivieron armoniosamente la salsa y el rock, dando lugar a escenarios híbridos inéditos en cualquier otro lugar del mundo.

2. SATORI: 1969
En 1969, además de las ya citadas "Berenice" y "Los dientes de Caperucita", escribe los relatos "Por eso yo regreso a mi ciudad", "Vacío", "Besacalles", "Los mensajeros", "De arriba debajo de izquierda a derecha", "El espectador", "Felices amistades" y "Lulita, ¿que no quiere abrir la puerta?". Todos estos relatos han sido editados por Norma (en edición limitada a Colombia) en la recopilación de cuentos titulada Calicalabozo (1998). Además, empieza a colaborar como crítico cinematográfico en el diario Occidente y en el magazín Dominical del diario bogotano El Espectador.
"Por eso yo regreso a mi ciudad" cuenta la historia de un adolescente voyeur, tímido, paranoico y encerrado que esboza una relación problemática con una ciudad que lo rechaza. En cierto modo, recuerda al cuento ‘El extraño’, de H.P. Lovecraft y configura la identidad del protagonista como la de un ser habitado por el horror y que nunca podrá verse integrado a la sociedad.
"Vacío" es un texto bastante pequeño pero donde ya aparecen motivos que hallaremos presentes en gran parte de la obra caicediana. Un adolescente sale de la casa de una quinceañera llamada Angelita (ella reaparecerá a lo largo de casi toda su obra, a veces con el apellido Sardi y otras con el apellido Rodante, como homenaje a los Rolling Stones, Piedras Rodantes en traducción castellana literal). Pero más importante aún, el narrador se revela como alumno del colegio San Juan Berchmans, y esboza un retrato de la ciudad de Cali como una urbe desierta, donde luz y sombra juegan un papel esencial. En ese sentido, gran parte de las escenas de Caicedo parecen haber sido pensadas como una película.
"Besacalles" es una obra maestra, quizás la primera de su autor. El narrador es aparentemente una adolescente ninfómana (violada por toda la pandilla al inicio del relato) que se lleva a los alumnos de un colegio junto al río, y que sufre la agresividad de algunos de ellos. La redención llega bajo la figura de un pelirrojo de quien se enamora. La violencia es inevitable cuando el pelirrojo descubre que ella es un travesti, en una escena final que al lector más insensible le deja un sabor agrio en la boca.
"Los mensajeros" y "El espectador" son muy importantes porque por primera vez Andrés muestra la relación muy profunda que existe entre la cinefilia y la muerte. En sentido estricto, son cuentos de su vertiente "Caliwood".
Además, en estos textos se presenta la profunda influencia que el cine y la literatura de horror tuvieron en la obra de Andrés, que de realista no tiene nada. Lewis Carroll, Richie Ray y Alfred Hitchcock ocupan por partes iguales su espíritu, que solo pudo surgir en una época tan creativa como los 60 y 70. Por eso, si se le quisiera colgar alguna etiqueta, habría que inventar alguna nueva categoría; quizás "subjetivismo" sería el calificativo adecuado, si es que fueran apropiadas las etiquetas.
"Felices Amistades" es un cuento acerca de asesinos en serie. Quizás haya estado inspirada en la película The Honeymoon Killers, de Leonard Kastle. Lo sorprendente de este cuento es que Caicedo prefigura el cine de horror postmoderno de los 90, donde el humor y la naturalidad de los actos más sórdidos se hermanan, creando un mundo aparte y adolescente que bebe por igual de Poe y Salinger.
"De arriba abajo, de izquierda derecha" es otra obra maestra. Muchos libros publicados vanamente en los 90 se encuentran contenidos en sus escasas 12 páginas. Una pareja de adolescentes borrachos y que buscan un lugar donde tener relaciones sexuales es arrojada de todos los apartamentos y fiestas a los que van. Su recorrido por Cali es una deriva que revela no solo una ciudad que rechaza a sus habitantes, sino una sensibilidad que por autodestructiva no deja de ser entrañable y muy tierna. En Caicedo el malditismo es algo que no existe, su odio es también una forma de amor y de ternura. Parafraseando a Julio Cortázar, la obra de Andrés es violentamente dulce.
"Lulita, ¿que no quiere abrir la puerta?" muestra por primera vez y como protagonista a la mejor amiga de Angelita, que junto con la narradora anónima de Que viva la música es el personaje femenino más importante de la obra de Andrés. A propósito de esto es necesario remarcar la importante presencia femenina en su universo narrativo, poblado de mujeres sensibles, confundidas, tercas y apocalípticas, por no hablar de las entrañables madres de familia que sirven de equilibrio para los freakies que son sus hijos, habitantes de ese infierno caicediano que recibe el nombre de ciudad de Cali.
Paralelamente a su labor como narrador, en 1969 se revela a la luz pública el gran activista cinéfilo que también fue. En aquel entonces no existía ningún cine club en Cali, y la crítica cinematográfica en América latina estaba en pañales. Existía en Lima la revista Hablemos de Cine, sin duda alguna el primer intento serio en el continente a este respecto. Caicedo empezó a escribirse con su director, Isaac León Frías y con un miembro del comité de redacción, el poeta (suicida también, años después) Juan M. Bullita. Paralelamente, entabló también una amistad epistolar con Miguel Marías, brillante y erudito crítico de cine, miembro de una de las más importantes familias de intelectuales de España. En aquellos tiempos en que no existía Internet, esos contactos epistolares fueron importantísimos para que el joven cinéfilo pudiera ponerse al día. La suya no era, obviamente, una crítica cercana al "buen gusto" oficial. Amante del thriller y del western, junto a la obra de vacas sagradas como Hitchcock, Buñuel, Bergman, Pasolini, Ford, Visconti, Truffaut o Wilder, admiraba a "cineastas imperfectos" como Arthur Penn, Roger Corman, Richard Fleischer o Robert Aldrich. Por no hablar de su fanatismo incondicional por Jerry Lewis, tanto así que él mismo se consideraba un personaje lewisiano, dada su peculiar torpeza física, característica común a todo espíritu que habita en la ficción, como sucede con los escritores y los esquizofrénicos.
Todo esto ocurrió durante 1969, el año de Woodstock, del fin de los 60 y del nuevo orden mundial creado por Nixon. A partir de los 70 las cosas serán distintas. 1970 no fue Woodstock; fue Altamont, más bien, un bad trip en todo el sentido de la expresión. Es entonces cuando empieza otra etapa de su obra, donde los motivos esbozados en 1969 son desarrollados plenamente.

3. LA PLENITUD: 1970-1973
Durante estos tres años en los que la contracultura clásica, según feliz expresión de Timothy Leary, tiene sus últimos y geniales coletazos, Andrés Caicedo produce lo mejor de su obra narrativa, funda el cineclub de Cali, se consolida como crítico de cine, escribe guiones y viaja por primera vez a Estados Unidos, pensando entrevistar a Hitchcock y venderle algunos guiones -básicamente filmes de horror y westerns crepusculares- a Roger Corman. Al final no tuvo el honor de conocerlos, pero en cambio entrevistó otro de sus ídolos, el gran Sergio Leone.
Dentro de la obra narrativa completa de Andrés Caicedo merece atención especial la trilogía de Angelita y Miguel Angel que fue editada bajo el nombre Angelitos empantanados o historias para jovencitos, escrita entre 1971 y 1972. Ésta es quizás la mejor introducción a su obra, ya que aquí presenta lo que será el microcosmos alrededor del cual gira gran parte de sus escritos: el mundo de los adolescentes del segundo A del San Juan Berchmans, con personajes como Solano Patiño, Danielito Bang y Héctor Piedrahíta Lovecraft, que aparecen ya sea como protagonistas o como personajes secundarios en casi todos sus cuentos y novelas.
"El Pretendiente", escrita en 1972 comienza con un epígrafe de los Rolling Stones "Here i lie in this hospital bed", de ese gran tema que es "Sister Morphine", que podría ser soundtrack de toda la obra caicediana. El anónimo narrador cuenta desde un estado de postración que proviene de un inmenso estado de depresión su amor no correspondido por Angelita Rodante, una freakie inocente y bellísima con un hermano deficiente mental digno de película de Roger Corman que responde al nombre de Carevaca. Al ser rechazado por Angelita, el pretendiente se refugia en los brazos de una prostituta llamada Berenice, en claro homenaje al cuento de Edgar Allan Poe. Es entonces cuando el narrador empieza un viaje a sus abismos interiores que dura varios años. Su redención llegará sólo con la muerte violenta de Angelita y su prometido Miguel Angel Valderrama.

"Angelita y Miguel Angel", la segunda parte de la trilogía fue escrita un año antes, en 1971. Su técnica recuerda aparentemente a Mientras agonizo, de William Faulkner. El centro de la acción gira alrededor de la fiesta de 15 años de Angelita Rodante. A partir de ahí, su relación con Miguel Angel Valderrama asume el signo de la autodestrucción. Éste se enamora de la prostituta Berenice junto a todos sus amigos del San Juan Berchmans, y conforma un polígono amoroso de ángulos impredecibles. Aquí pueden notarse dos de las técnicas más importantes de Andrés: la canibalización de cuentos anteriores, en este caso el cuento llamado "Berenice", y la utilización de textos de la tradición universal como punto de partida para una reinvención literaria por parte del autor, método muy particularmente postmoderno que un cineasta como Quentin Tarantino llevará al paroxismo (inspirado, entre otros, en Jean Pierre Melville, John Woo en su etapa de Hong Kong y Sergio Leone).
La trilogía la cierra "El tiempo de la ciénaga", escrito en 1972, quizás su mejor cuento luego de "Maternidad". Está constituido por una sola oración de más de veinte páginas. Es todo un flujo de conciencia de la autodestrucción inocente y se cuenta, en un delirio cinéfilo, un final de Miguel Angel y Angelita que no concuerda en absoluto con el final adelantado en los cuentos anteriores. Y es que en ese magma, en el mejor sentido de la palabra, que es la obra caicediana, el desorden y la contradicción erigen su dominio.
"El Atravesado", una novela corta sobre un peleador callejero de los bajos fondos de Cali es otra de las piezas más memorables de este periodo. Es quizás su texto más lumpen. Para entenderlo plenamente hay que comprender un hecho que afectó profundamente la sensibilidad de Andrés. El 26 de febrero de 1971 la policía de Cali mató a una cantidad incalculable de manifestantes que se pronunciaban en el contexto de la celebración de los sextos Juegos Panamericanos. Fue el equivalente caleño a la matanza de Tlatelolco y a las revueltas juveniles de 1968. Algunos amigos del escritor murieron en ese acto tan natural para el Poder. Caicedo transfiguró esa tragedia mediante la ficción. En "El Atravesado", Héctor Piedrahita Lovecraft funda una pandilla e intenta tomar el estacionamiento del centro comercial Sears Roebuck. Al enfrentarse al gerente de la multinacional, éste llama a la policía y causa una masacre entre los pandilleros, que se defienden con piedras y reciben metralla, en un universo ficcional muy parecido a "El entierro de los gatos", la magnífica canción del grupo peruano Los Saicos, de 1965, donde el tema de la lucha de pandillas es abordado desde una perspectiva cercana al género de horror. Un poema inédito, llamado asimismo "El Atravesado" recoge también, de una manera absolutamente pop, estos hechos. Se trata de una obra maestra porque transfigura las luchas políticas de la época en un contexto de pandillas de adolescentes que se defienden de la autodestrucción a la que los condena el sistema. Y lo más importante: la cultura de masas, o mejor aún, la contracultura, reemplaza a la izquierda tradicional en el espacio de la lucha ideológica. La caída del bloque socialista y la inmortalidad de los Rolling Stones más de veinte años después de la muerte del caleño no hacen sino darle la razón.
Paralelamente, Andrés realiza su mejor obra como activista cultural. En 1971 funda el cineclub de Cali. Durante todos los sábados era un rito para la juventud caleña dirigirse al teatro San Fernando a las 12:30. Hippies, marihuaneros, niñas bien y universitarios hacían su cola frente a la boletería. Junto al ticket de entrada les repartían una hoja mimeografiada en la que Andrés daba información y comentarios sobre la película que iban a ver Y al entrar a la sala, sus oídos eran golpeados por la música atronadora de gente tan dispar como los Stones, Richie Ray o Bernard Herrmann. Caicedo era el alma de la fiesta, tanto así que el cineclub apenas sobrevivió un año tras su suicidio. Como había gente como él, empieza a rodearse de un grupo de jóvenes cinéfilos que posteriormente se convertirán en cineastas: Luis Ospina y Carlos Mayolo, principalmente. La euforia creativa alrededor de Andrés es permanente.

4. EL CANTO DEL CISNE: 1973-1977
Si como postula el historiador inglés Eric Hosbawm acerca del siglo XX, éste empieza en 1914 y culmina en 1989, entonces para nosotros los años 60 terminan en 1973, el año del Exile On Main Street y el Raw Power, la temporada de la rabia impotente de los que quisieron cambiar el mundo pero fueron saboteados por las drogas duras y la instauración de un nuevo orden político mundial. ¿Cómo pudo Andrés Caicedo sobrevivir en ese limbo insoportable para todo hombre lúcido? ¿Por qué diablos se perdió el aire vivificador que trajo el punk, del cual es un claro e ignorado precursor? Le faltaba culminar su madurez creativa y no tuvo tiempo: el dolor espiritual era cada vez más insoportable. En el breve lapso que le quedaba por vivir resistió para escribir la novela Que viva la música, los cuentos "Maternidad" y "En las garras del crimen", dejó inconclusa la novela Noche sin fortuna, dirigió la película Angelita y Miguel Angel, fundó la revista Ojo al Cine y luego se mató, repleto de dignidad y de cariño.
Que viva la música es la síntesis de su arte. Tiene un epígrafe del santo de los alcohólicos, Malcolm Lowry: "con una mano me sostengo y con la otra escribo", lo que dice bastante acerca de las circunstancias tormentosas en la que fue escrita. En la novela aparece Cali en todo su esplendor. Ciudad cercada por la selva y al borde del mar, frontera donde se junta el rock de los Rolling Stones y la salsa de Ricardo Ray, Cali se convierte gracias a esta novela en la gran capital del underground sudamericano.
Que viva la música es narrada en primera persona por una rubia pija caleña que abandona en las primeras páginas la militancia política porque se aburre en las reuniones de su célula izquierdista y no entiende El Capital, para enrollarse con un novio rockero al que abandona para descender socialmente involucrándose en el mundo de la salsa dura, ver morir a sus amigos, tomar LSD y hongos alucinógenos y acabar de prostituta linda de los pobres rechazada por la burguesía de la que surgió. Se trata de una serie de estampas de los 70 tramada con una estrategia narrativa rigurosamente aristotélica. Sus cerca de 20 ediciones colombianas, su traducción al italiano y al francés y su inexistente edición en la oscura España todavía anclada en el espíritu de la contrarreforma hablan por sí solas.
"Maternidad", escrita en 1974, cuando Andrés vivía en una casa comunitaria en Ciudad Solar junto a Hernando Guerrero, Luis Ospina, Francisco Ordóñez y Jaime Acosta, fue considerada por su autor como su mejor texto. Dedicado a Carlos Tofiño y Clarisol Lemos, "porque en ese tiempo todos leíamos a Anthony Burguess y Marito Vargas Llosa", es en realidad su testamento literario. En medio de la muerte de sus amigos, el narrador se enrolla con una loquita hippie que luego de dar a luz a su hijo lo abandona por unos gringos mochileros. El narrador encuentra en la crianza de su hijo una forma de resistencia que le permite sobrevivir y reencontrarse con la vida en medio del apocalipsis.
"En las garras del crimen", por su parte, prefigura un derrotero que podría haber seguido la obra de Caicedo si no se hubiera matado. Un pedante crítico literario amante del realismo se ofrece como escritor y pone una oficina. Pronto se le aparece una femme fatale y lo involucra en un mundo muy propio de la novela negra tan odiada por el protagonista, que observa impotente cómo su ordenado mundo es devorado por un universo que él considera subliterario pero que acaba convirtiéndose en la vida misma, todo narrado con un sentido del humor finísimo y lleno de guiños literarios. "En las garras del crimen" es un cuento para que lo adapten cineastas postmodernos como Belvaux, Bonzel y Poelvoorde.
"Noche sin fortuna" fue redactada entre 1970 y 1976, pero nunca fue concluida. El narrador es Solano Patiño, que intenta ir a la fiesta de quince años de Angelita, pero es interceptado por Danielito Bang y su novia vampira. Obra imperfecta, pocas veces reeditada, aquí se recuperan los temas y los personajes de la saga del San Juan Berchmans. Paralelamente, en 1974, Caicedo funda junto a Carlos Mayolo, Luis Ospina y Ramiro Arbeláez la primera revista colombiana dedicada enteramente al cine.
Ojo al Cine tuvo solo 5 números (en el quinto el único redactor es Andrés). Como corresponsales en el extranjero estaban Isaac León Frías, Juan M. Bullita y Miguel Marías. Es por esta época en la que la cinefilia de Caicedo se vuelve cada vez más radical. Por ejemplo, odia una película como El Padrino -filme que a mí personalmente me encanta-, la califica de académica, y se dedica a lanzar libelos a todas partes del mundo atacándola. Tiene además su primera y frustrada experiencia como director de cine. Junto a su compinche Carlos Mayolo rueda el mediometraje Angelita y Miguel Angel, basado en su cuento homónimo. El rodaje se ve interrumpido por falta de fondos. En 1986 gran parte del material es recuperado por Luis Ospina para su documental Andrés Caicedo: unos pocos buenos amigos.
En 1974, Andrés Caicedo vivió en la antes mencionada Ciudad Solar, en la casa comunitaria underground fundada por Hernando Guerrero. Se intentó juntar la experiencia del cineclub de Cali con una forma de vida fuera del sistema, pero todo fue un fracaso. Frustrado, Caicedo viajó junto con Mayolo al festival de cine de Nueva York. Patricia Restrepo, su musa de toda la vida, lo dejó por esos días. Isaac León Frías se lo encontró a su regreso a Colombia. Cuando le pregunté al respecto cierto miércoles durante una reunión de la revista La Gran Ilusión -continuación de Hablemos de Cine- el popular "Chacho" me dijo que el encuentro fue trágico: Andrés estaba tan dopado por los antidepresivos que hasta le resultaba difícil hablar. Padecía una depresión muy profunda, las decisiones ya habían sido tomadas, había cruzado ese punto de no retorno, esa línea de sombra que reconocen con facilidad los que habitualmente padecen terremotos espirituales.
La creatividad y la entropía son las dos caras invertidas del mismo proceso mental. Crear ficciones es una actividad básicamente cerebral, es un proceso que involucra a toda la complejidad del tejido celular, de la red neuronal, de las conexiones dendríticas, de la miríada de procesos neuroquímicos involucrados en la transmisión nerviosa y de tantos otros hechos biológicos que no se precisan aquí, pero que son de especial importancia en nuestras vidas cotidianas, porque involucran directamente el tipo de mirada que desarrollamos frente al mundo. Acabar una ficción, abandonarla, involucra quemar una red inmensa de conexiones neuronales, de ahí que muchas veces la creatividad esté profundamente ligada a la experiencia del duelo, al combate con las sombras, como sucede muy frecuentemente con la mirada abismal de autores presa de trastornos bipolares, como en los casos de Poe, Nerval, Onetti, Jim Thompson o el mismo Caicedo.
El final estaba cerca. No soportaba el dolor de la vida. Parafraseando a Malcolm Lowry, Andrés era el secreto explorador de un mundo que jamás podría dar a conocer porque el nombre de esta tierra era Infierno y él se hallaba en el centro. Durante temporadas permanecía postrado sin atinar a nada, menos aún crear. Los antidepresivos impedían la cólera pero no amortiguaban el sufrimiento. No podía evitar hundirse en el abismo que tenía a la altura del corazón. Tenía el cine, la literatura y la música, pero el mundo fluía fuera de él. Permanecía aparte sin poder participar de la fiesta, dándose de cabezazos contra una pared de cristal que lo separaba de la vida.
En 1976 intentó por primera vez fundirse con la oscuridad. No era una llamada de atención, una petición de afecto. Era cerrar un círculo. Dejaría a sus amigos y a su familia destrozada, pero el dolor era más grande que todo el cariño que ellos le podrían dar y él ofrecer. Había ganado la batalla contra el instinto de supervivencia. Cuando el cuerpo te pide que te mates es porque hay un árbol sosteniendo un mundo ardiendo en tu cerebro. Y si llegas a ese estado hay que obedecer al fuego, fuerza tanto de la creación como de la destrucción. La mañana del 4 de marzo de 1977 lo vieron por las calles de Cali revisando las galeradas de la primera edición de Que Viva la música, que iba a ser su segundo libro publicado, luego de la edición de El Atravesado que le había financiado su madre. La persistencia de su obra estaba asegurada mediante el contacto con sus lectores, que recorrerían su terrible geografía literaria una y otra vez en su imaginación. Regresó a su piso en el edificio Corkidi y redactó un testamento cediendo a su padre sus derechos de autor y nombrando albaceas a Luis Ospina y Sandro Romero Rey. Como un detalle de caballerosidad, también redactó una nota a su casero pidiéndole disculpas por las molestias del día siguiente. Entonces encendió la música, se tomó 60 pastillas de Seconal y expresó por fin ese adiós que por tanto tiempo tenía guardado.


En la foto: Andrés Caicedo.