zonadenoticias

miércoles, febrero 28, 2007

El poeta Chirinos Cúneo

Esta mañana encontré en casa antiguos papeles olvidados: recortes de periódicos, revistas, incluso algunos libros que mi memoria había borrado, pero que reencontrarlos me causó una grata emoción. Entre los papeles fui a dar con varios ejemplares del suplemento cultural Revista del diario El Peruano, que aparecía en los primeros años de la década del noventa. En un número del 3 de marzo de 1993 (págs. 6 y 7) veo un reportaje de Juan de la Fuente al poeta Guillermo Chirinos Cúneo, que incluye tres poemas suyos hasta entonces inéditos. De la Fuente pregunta al poeta "por qué considera que la crítica literaria ha mantenido una enorme indiferencia respecto a su obra", a lo que contestó: "Quizás ha habido para ellos (los críticos) un proceso de autodeliberación que los ha llevado a ocuparse de otros poetas y no de mi trabajo, porque sencillamente dichos poetas estaban más cercanos a ellos y les resultaban más importantes que yo. No me considero, sin embargo, mucho más o mucho menos que estos creadores, aunque de tener que elegir probablemente me consideraría menos, pero al fin y al cabo pienso que he llegado a igualarlos". De su poemario El idiota del Apocalipsis expresa lo siguiente: "Creo que fue producto de un proceso de liberación de aquellas ataduras que me sometían a una soledad, a una incapacidad de lograr mis deseos". De sus influencias literarias, dice: "Creo que son Rimbaud y Baudelaire. Al primero lo admiro por su pureza, por su inocencia y, al segundo, por su franqueza, su sinceridad y su produndo pesimismo, su profundo pesar. Baudelaire era un auténtico poeta, que nació en la pobreza y murió en ella, pero escribió hasta lo último de su vida". Incluyo los tres poemas.

ALLÁ EN EL ESPACIO DONDE

Allá en el espacio donde
las sombras logran alcanzar
el solsticio de la cópula
genérica del Sol, hay una
niña que vive de los astros
Está allí apacible como
si la Luna semejara
sus ojos celestes, está allí
para vivir en el paraíso
siempre desaparecido
pero algún día desconocido.

Como es el tiempo
así la tarde se parece
a tus ojos y el viento cálido
de verano te levanta
Durante toda la mañana
colmada de policromías
que andando, tú eres la dueña
Yo soy el dios del estío yo soy el amante fortuito
el que te espera a través
de tus ojos verdes como
el tiempo y la hierba.


AMADA

Siento que tus ojos descienden de la Luna
cuyo enigma destroza mis apasionadas.


EN EL CELAJE DE TU MIRADA EN ACECHO

Delante tuyo estoy viviendo y muriendo
y mi silencio acosa las horas perseguidas
Cómo haré para volver a preferir mi pena
cuando mi furia hostiga tu alma indecisa
y el cielo de tus ojos es azul como el mar.
Descansaré en la arena como una gaviota
luego iré muriendo por la selva umbría
y mi alma quedará acuciando mi sombra...
Para pedirte un beso escancearé a diario
una miga de pan y un vaso desprendido y azul
en el celaje de tu mirada en acecho.


En la foto: los cuatro jinetes del Apocalipsis. "La poesía nace, se hace y se realiza para poder distinguir entre lo que se piensa y lo que se siente. Porque una cosa es pensar y otra cosa es sentir" (Chirinos Cúneo).

martes, febrero 27, 2007

Nieto Degregori, Cueto

Esta madrugada he retornado a Lima, ciudad envuelta en un calor agradable, y en la que permaneceré durante unas largas semanas. Hoy en la sección cultural de El Peruano Giancarlo Stagnaro entrevista al narrador Luis Nieto Degregori a propósito de reciente novela Asesinato en la Gran Ciudad del Cusco (Norma, 2007). Una pregunta. "¿Qué te atrajo del siglo XVIII para escribir una novela en clave policial?": "Dos nacionalismos: el criollo y el mestizo, que se oponen al dominio hispánico. En este thriller, un joven cronista averigua si su padre es culpable o no de los crímenes que le imputan: asesinatos y tumultos contra la Corona. El padre del marqués formaba parte de una de las familias más poderosas del Perú de la época. Decían que tenía tanto dinero que podía comprar a los oidores de Lima o al propio virrey. Pero al mismo tiempo se reclamaba descendientes de incas". Por su parte, en la misma seccion del diario José Vadillo Vila reseña la reeditada novela de Alonso Cueto El vuelo de la ceniza. "En el caso de El vuelo de la ceniza, por ejemplo, Cueto sabe qué elementos se necesitan para hacer una novela negra (un asesino en serie, una escena del crimen, personajes de doble moral, un detective y una mujer bonita). Sin embargo, el autor deja de lado el calor de los personajes. Sus diálogos son mecánicos, carecen del contacto con la calle, como guiados simplemente para cumplir su parte en frases cortas, incluso en actos tan complicados como el matar. En El vuelo... todos los personajes caen en este estado: el doctor Boris Gelman, el detective Gómez y Sonia. Esta impresión también la tuve con Grandes miradas y La hora azul. En esta última, el distrito de San Juan de Lurigancho y la ciudad de Ayacucho son paisajes sin vida, que podrían intercambiarse sin modificar gran cosa la forma de ola. En lo personal, veo en la narrativa de Cueto muchas deudas a la literatura anglosajona. Y eso es bueno. El problema es que a veces sus trabajos tienen la frialdad de una traducción", sostiene.

En la foto: Luis Nieto Degregori.

lunes, febrero 26, 2007

Breves

En la sección cultural de La Primera Francisco Izquierdo entrevista a Luis Nieto Degregori (Asesinato en la Gran Ciudad del Cuzco), a quien le continúan preguntando por la polémica andinos y criollos. Dice: "Me ha dado pena que el debate terminara en insultos. Lo resaltante fue que esto permitió que se visualice a escritores que antes estaban 'ocultos' o 'invisibles' para el Perú oficial". En la sección cultural de Perú 21 Gonzalo Pajares Cruzado escribe sobre el Plan Lector, "campaña promovida por el Ministerio de Educación y que consiste en hacer que la lectura sea placentera. ¿Cómo? Promoviendo textos en donde los estudiantes se sientan reflejados y descubran su entorno, en donde se les hable con lenguaje cotidiano y, por ende, se les acerque a autores peruanos". Si por un lado se busca promover la lectura, por el otro se dan casos como el que comenta hoy Alonso Cueto en su columna de los lunes en el mismo diario. "Una disposición gubernamental [que] establece que los escritores y traductores que publiquen en el Perú volverán a pagar los impuestos de los que la Ley del Libro los había exonerado", señala Cueto, quien escribe a su vez lo siguiente: "No me parece mal que los escritores paguen impuestos. Pero me parece una estafa que las autoridades graven a los escritores, a cambio de no hacer el trabajo que deberían". Finalmente, y respecto a Alonso Cueto, la editorial Peisa acaba de lanzar su pieza teatral Encuentro casual, estrenada el 2002, tal y como se lee la página de Libros peruanos.

En la foto: Luis Nieto Degregori.

Camarada Violeta

Por Eduardo González Viaña

No es verdad que el Muro de Berlín haya caído y con él se haya acabado el bloque socialista. Lo cierto es que lo echaron abajo miles de trabajadores de la Alemania capitalista empujados por el hambre y ansiosos de entrar de una vez por todas en el paraíso proletario.
En la película Good bye, Lenin un joven berlinés inventa esa historia y otras similares con el afán de evitarle un gran dolor a su madre, una dama comunista postrada en el hospital debido a un accidente que la hiciera perder la conciencia semanas antes de los históricos sucesos de Berlín.
Lo recuerdo porque hace pocos meses visité a Violeta Carnero, la vieja luchadora social peruana que acompañara a su esposo, el poeta Gustavo Valcárcel, durante toda una vida en la demanda por la nacionalización del petróleo y de las minas, en el reclamo por tierra para los campesinos, en la exigencia por justas condiciones laborales y en la proclama por libertad sin restricciones para todos. Todas esas luchas se confundieron siempre con el sueño incesante, desmesurado y poético de un futuro mundo socialista en el que "ni pobres ni ricos habrá, y la tierra será un paraíso de toda la humanidad".
Ninguna de esas luchas fue gratuita. A los Valcárcel, dedicar sus afanes a las causas más generosas les costó una vida de negación de oportunidades y de expulsión de puestos de trabajo al igual que seis temporadas en la cárcel, seis años de exilio, más de veinte de persecución y una sombra de pobreza que rodeó al poeta y que no cesa de perseguir a su amada superviviente. La camarada Violeta vive sola en una torre de San Borja desde que, luego de cincuenta años a su lado, falleciera Gustavo en 1992.
No la había visto desde antes de la disolución de la Unión Soviética. Esperaba, por lo tanto, un piadoso silencio sobre esos sucesos, pero no fue así. El pequeño departamento de Violeta está colmado por afiches con los rostros de Marx, Engels, Lenin, Fidel y el Che Guevara, un poema de Javier Heraud y decenas de pines con la hoz y el martillo y los rostros jubilosos de los cosmonautas soviéticos que llegaran al espacio antes que los norteamericanos.
Violeta estaba radiante. Condenó las guerras de Bush y su ignorancia prepotente y me dijo que todo ello era muestra de que el capitalismo estaba agonizando.
-Ya nadie podrá negar la perversidad intrínseca de este sistema que necesita del genocidio para sobrevivir.
Quise recordarle que la Unión Soviética había dejado de existir y que Cuba era una isla acorralada por la mayor potencia militar de todos los tiempos.
-¿Acorralada? Si ha sobrevivido acorralada durante cincuenta años, eso significa que ha comenzado a vencer.
-Espera un momento, hijito. Voy a poner un poco de música- me pidió y fue a prender una anticuada casetera porque los modernos MP3 todavía no habían llegado a su casa.
Mientras los acordes de la "Internacional" desbordaban la pequeña torre, recordé sin decirle que el Che Guevara había muerto, que Luis de la Puente Uceda había caído y que muchos jóvenes habían entregado su vida o renunciado a su libertad soñando con la letra de esa canción o entonando la que ahora me devolvía el otro pequeño casete:

Una mattina mi son svegliato
O bella ciao, bella ciao, bella ciao ciao ciao
Una mattina mi son svegliato
Eo ho trovato l'invasor

O partigiano porta mi via
O bella ciao, bella ciao, bella ciao ciao ciao
O partigiano porta mi via
Che mi sento di morir

Ya no escuchaba a Violeta, y a lo mejor tampoco me hallaba en este nuevo milenio en el que los poetas y escritores para ser considerados hombres serios y merecer un sitio en las revistas y en las librerías deben abjurar de sus sueños y de su pasado, llamar dictador a Fidel Castro y condenar como extemporáneas las bravas nacionalizaciones de Evo Morales. Las pilas de la casetera se agotaban y los parlantes roncaban, pero yo seguía escuchando:

Y si yo caigo, en la guerrilla.
O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao.
Y si yo caigo, en la guerrilla,
coge en tus manos mi fusil.

Cava una fosa en la montaña.
O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao.
Cava una fosa en la montaña
bajo la sombra de una flor.

Sobre la pared, colgaba una reproducción del retrato que le hiciera en México Diego Rivera. Al lado del aparato de música, la autógrafa de un poema que le escribiera Gustavo repetía desde un papel amarillento: "Sobre la almohada, a mi lado / tibio yace tu último sueño/ ahora en cambio la ciudad acoge / tu vehemencia.
Gustavo falleció durante los días del derrumbe del campo socialista que para él debieron ser particularmente crueles y, sin embargo, como lo ha contado otro buen poeta, Juan Cristóbal, declararía en su testamento que agonizaba con el corazón poblado de flores y de socialismo.
Esas frases y la propia música me recordaron que la derrota del bloque no involucraba necesariamente la del socialismo que, en vez de una opción política, ha sido para mí siempre una dimensión ética y una manera poética de vivir y de morir.
Cuando terminó "O bella ciao", fallaron las pilas o acaso la casetera se puso en huelga, y recién entonces volví al Tercer Milenio y a la postmodernidad. Violeta me sonreía como si en vez de regresar a estos años, hubiéramos llegado de pronto a los del futuro del triunfo inevitable. Dirigí mi vista a la ventana y la luz del crepúsculo se había tornado en una fascinante aurora roja. Me despedí apresurado.
Esta noche, varios meses después, Rosina Valcárcel, me acaba de decir en un email que su madre acaba de salir de un hospital y que está derrotando a alguna reaccionaria dolencia humana. Recuerdo otra vez a Gustavo: "A las enfermedades no hay que darles tregua, hay que enfrentarlas como a los tiranos, de frente". Y pienso que a lo mejor todo esto que dicen que es verdad, es pura mentira. El planeta se sigue ladeando hacia la izquierda. Tiene razón el corazón. Tiene razón la vieja bolchevique, la camarada Violeta.

En la foto:
Eduardo González Viaña. El presente artículo es el número 397 de su Correo de Salem.

domingo, febrero 25, 2007

Varios de los diarios

CUETO. Hoy en la sección cultural del diario Correo Manuel Eráusquin entrevista a Alonso Cueto a propósito de la reedición de su novela El vuelo de la ceniza. "Claro, hay un componente racista muy fuerte en toda la violencia y este es un tema donde la historia sólo pudo haber ocurrido en un país como el Perú. Digamos como de que alguna manera [el personaje Boris Gelman] expresa su rechazo en estas mujeres de piel oscura y de vida oscura. Y por otro lado, Tristán, un personaje que se vuelve en una víctima, ve a los blancos, a los rubios con prejuicio. Y todo esto desemboca también en el tema de la desigualdad social. El vuelo de la ceniza es una novela de género policial, pero hay una serie de elementos sociales que se entremezclan", expresa.
NIETO DEGREGORI. Por su parte, en este mismo diario, Olga Rodríguez Ulloa publica una reseña (positiva sin ir más allá de lo estrictamente descriptivo) sobre la reciente novela de Luis Nieto Degregori Asesinato en la Gran Ciudad del Cuzco. "Los sucesos de Asesinato... poseen imágenes fuertes y diálogos esclarecedores, en tanto evidencian una conciencia de casta, la mayoría de las oportunidades, ruin y aplastante. Es duro enfrentarse a un racismo y clasismo tan directos y avasalladores. No obstante, resulta más que productivo tenerlos presentes, sobre todo hoy, en una sociedad tan apañadora como la nuestra, que maneja desde la política discursos que apelan a la inclusión, pero que en la práctica, y aun en la ley, perpetúan un legado de distancia, recelo y abandono", escribe.
YUSHIMITO. El Dominical de El Comercio publica hoy una reseña de Ezio Neyra al libro de cuentos Las Islas de Carlos Yushimito. "Compuesto por ocho relatos, Las islas narra las historias de personajes marginales, no solo en tanto su pertenencia a grupos socioeconómicos desfavorecidos, sino también en tanto carecen de una red social que les permita, al menos, un apoyo emocional", afirma Neyra.
TRELLES. El número 80 de la revista Turia (correspondiente a noviembre 2006 - diciembre 2007) publica una reseña del novelista catalán David Estrada Luttikhuizen a El círculo de los escritores asesinos de Diego Trelles, "una novela inteligente, de intriga, de calidad narrativa y que deja la literatura de[l] Perú en primera fila".
VARGAS LLOSA. En la sección de opinión de El Comercio, Mario Vargas Llosa publica un artículo en el que hace eco de una investigación de los periodistas Maite Rico y Bertrand de la Grange ("-ella española y él francés- se especializan en reportajes tan fascinantes como políticamente incorrectos y, por lo mismo, polémicos") publicada "en el número de febrero de la revista Letras Libres, que dirige Enrique Krauze, titulada 'Operación Che. Historia de una mentira de Estado'".
THAYS. En la sección cultural de La Primera Francisco Ángeles M. publica una extensa entrevista a Iván Thays quien, entre otros temas, se refiere al encuentro de narradores peruanos en Madrid el 2005, a la polémica andinos y criollos que devino luego, el acceso a la prensa cultural, así como a otros escritores y críticos, y al mundo de los weblogs. A una de las varias preguntas de la entrevista, Thays comenta lo siguiente: "El Perú es un país clasista, Lima es el centro y los escritores limeños son los apropiados para la colectividad limeña. Yo pienso que Cueto y Ampuero son los escritores que retratan la realidad limeña, y por eso tienen cobertura de la prensa limeña. En cambio, si aparece un joven provinciano le es mucho más difícil. O sea, Cueto publica un libro y por principio sale en Somos; el otro tendría que gustarle al editor o interesarle por un aspecto en concreto".
WEBLOGS. Y a propósito de los weblogs. Son varias las personas que han reflexionado u opinado a propósito de los mismos. Cito tres aquí posteados en su momento: Mirko Lauer en La República, Diego Erlan y Andrés Hax en la Revista Ñ, el suplemento cultural de Clarín, y Alberto Fuguet en la Revista de Libros del diario El Mercurio. Hoy aparece un nuevo punto de vista (bastante por debajo de los anteriormente mencionados) de la mano de Alonso Alegría, quien en su columna semanal de Perú 21 publica un artículo cuyo título ya dice mucho: "El autocomplaciente ejercicio del blog". "La verdad, la verdad comprobada es que un blog literario típico peruano lo leen su autor, sus amigos, su enamorada y sus patas de la universidad", afirma. ¡Qué Alegría!
PIMENTEL. Por otro lado, en la sección cultural del diario El Comercio, Francisco Melgar (uno de los editores de la extinta revista Sala de Máquinas) entrevista a Jorge Pimentel a propósito de su nuevo poemario En el hocico de la niebla, el cual es reseñado a su vez por Ricardo González Vigil. "En la Universidad Federico Villarreal, donde yo estudié, había un grupo de poetas que leía a Neruda, pero yo no me sentía identificado con esa poesía. Gracias a un amigo descubrí la poesía de Enrique Lihn y empecé a juntarme más con la gente que gustaba de la poesía de Lihn y no con la gente que leía a Neruda. Tomé partido. Así, para no cruzarme con el grupo de adoradores de Neruda me pasé al turno de la tarde, donde conocí a Juan Ramírez Ruiz, a Jorge Nájar, a Julio Polar, a Mario Luna, a Manuel Morales, con los que formé Hora Zero. Mario Luna venía de Chimbote, Nájar había llegado de la selva, Julio Polar del Callao, Manuel Morales venía de un barrio de forajidos de Miraflores. A medida que nos conocíamos nos dábamos cuenta de que nuestras conversaciones, nuestras experiencias no estaban en la poesía peruana. Nadie escribía poesía que hablara de las calles que veíamos, de los pueblos jóvenes, de los desplazados. Por eso Juan Ramírez Ruiz y yo hicimos el manifiesto [Palabras urgentes en 1970]", comenta el autor, corrigiendo de paso una información inexacta ofrecida por Gonzalo Pajares Cruzado el lunes pasado en Perú 21, cuando afirmaba que "Pimentel escribió el manifiesto del grupo".
En su reseña, González Vigil escribe que Primera muchacha, libro de Pimentel de 1997, es un "poema amoroso en prosa resuelto como el 'poema integral' que postula Hora Zero". Como señalé aquí el mes pasado, "el concepto 'poema integral' proviene específicamente del texto (fechado en julio de 1970) 'Poesía integral (notas acerca de una hipótesis de trabajo)' escrito por Juan Ramírez Ruiz e incluido al final de su primer poemario Un par de vueltas por la realidad (Lima, Ediciones del Movimiento Hora Zero, noviembre 1971, págs. 110-118)". ¿Por qué González Vigil no enfatiza e individualiza este dato (la noción de 'poema integral' no aparece en el Palabras urgentes de 1970) y más bien lo diluye bajo la formula "que postula HZ"?
VERÁSTEGUI. Por último, en el número de esta semana de Caretas Maribel de Paz entrevista a Enrique Verástegui por su Yachay Hanay, "plaqueta que incluye un inquietante tratado de matemáticas".
FINAL. Ya se viene el ChilePoesía, Encuentro Internacional de Poetas Chile-Perú.

En la foto: Jorge Pimentel, en nota aparecida el pasado sábado 17 en Somos. "La poesía es una lucha contra el vacío, un acto de resistencia, una gran batalla que se libra cuerpo a cuerpo, por eso sientes esa angustia, esa ansiedad, ese dramatismo, ese cansancio, esa rabia", afirma.

sábado, febrero 24, 2007

El Polen: Krautrock telúrico

Por Carlos Torres Rotondo, desde Madrid

Comencé a reconstruir este puzzle sobre la contracultura clásica en el Perú cierto nublado lunes del otoño de 2001 cuando el Mix –mi dealer- me trajo, junto al habitual paco de moño rojo, un cassette recopilatorio con bandas rockeras peruanas de los 60 y 70. Quedé tan alucinado que inmediatamente quise contar la historia y, como casi no existe bibliografía, empecé a coleccionar material sonoro, a buscar en hemerotecas las páginas amarillentas de espectáculos de los periódicos antiguos, a frecuentar los ensayos y los jam sessions de gente de la época, a escarbar los recuerdos de mi padre –uno de los ignorados héroes de esta historia, considerado por muchos como el mejor bajista de la escena- y sobretodo a conversar con los músicos, a sacarles información con cucharita, a interrogarlos como si fuera un detective privado trabajando en un caso donde todos eran culpables e inocentes en la misma medida. En un principio me acompañó en mis visitas el poeta José Carlos Yrigoyen, que luego desertó de la investigación para dedicarse en exclusiva a sus fecundos proyectos literarios y amorosos, que quizás sean lo mismo. Un año después vine a vivir a España y conocí a Paul Hurtado de Mendoza, productor responsable de todas las reediciones de bandas rockeras peruanas de los 60 y 70 en la península. Nuestras largas conversaciones me enseñaron a escuchar música y nuestras labores en arqueología discográfica disiparon gran parte de mis dudas e hicieron surgir nuevas preguntas. Cuando las papas quemaron en Madrid, debido a sucesos que nada tienen que ver con esta historia, acepté la invitación de mi amigo el periodista Ricardo Iván Paredes y me fui vivir una temporada en su piso de Barcelona. Ricardo Iván había sido en los 80 baterista del grupo Sociedad de Mierda, que tuvo un efímero hit subterráneo con la canción "Púdrete Pituco". Además había sido encargado de prensa de El Polen y me dio el teléfono de Juan Luis Pereyra, líder, arreglista, compositor y primera guitarra de la banda. Cierta noche de lluvia en Catalunya lo llamé por teléfono con la idea de concertar una entrevista. Nuestra primera conversación duró más de tres horas. Juan Luis se sometió gentilmente a mi interrogatorio y con la mejor de las químicas me contó este relato verdadero repleto de drogas enteogénicas, comunas hippies, cárceles mentales y materiales, leyendas urbanas aclaradas, espiritualidad, la mejor música de fusión y viajes por el mundo que resumen gran parte de los alcances culturales a los que llegó su generación.
Los hermanos Raúl y Juan Luis Pereyra fueron miembros fundadores de Los Shain's apenas llegaron a la pubertad. Existen fotos en las que aparecen, hechos todavía unos bebes, tocando guitarras eléctricas más grandes que ellos en el programa "Lo mejor de la semana", del antiguo y desaparecido canal 9. Antes de grabar el primer LP los hermanos Pereyra salieron de la banda y fundaron Los Drag's, junto a Julio Chávez Cabello, Jean Pierre Magnet y otros músicos. En ese entonces hacían un rock garagero sin pizca de fusión, exceptuando un tema que cierta vez tocaron en vivo y jamás grabaron. El grupo se separó a fines de 1966. Durante los tres años siguientes los hermanos terminaron el colegio. Raúl ingresó a la universidad y formó el grupo Los Sunset's, en el que también colaboró Jean Pierre Magnet. Juan Luis postuló sin éxito a la carrera de arquitectura en la universidad Ricardo Palma y estuvo alejado de la música hasta 1969. Regresaría convertido en uno de los músicos más finos y creativos de su generación.
En el verano de 1969 Juan Luis empezó a frecuentar un pequeño parque de tres metros cuadrados en la bajada Balta, frente al club de tenis "Las Terrazas", a pocos metros del Océano Pacífico. Iba a fumar tronchos y a tocar la guitarra, en busca de paz. Privadamente, bautizó al parque con el nombre de El Polen. En aquel entonces escuchaba grupos de rock caletas –para los melómanos de la época- como The Incredible String Band, It´s a Beautiful Day y T-Rex, pero también música criolla y son cubano. Una mañana soleada salió de su casa rumbo a su refugio. Esta vez no sólo cargaba su guitarra y los tronchos. En su bolsa incaica también llevaba un ácido lisérgico de la mejor calidad.
Al llegar a la bajada Balta compró donde el chino una botella de jugo de naranja donde disolvió el ácido. Llegó a su parque y arrullado por el oleaje del mar y su guitarra –que parecía tocar sola- comenzó su primera revelación. Se dio cuenta de que todos los sonidos fluían y eran uno. Sus tres años de silencio musical iban desapareciendo. El entorno se fundió con él y lo inundó con una extraña lucidez caleidoscópica… Luego de algunas horas de viaje inició el regreso y se encerró en su casa para componer. No saldría hasta algunas semanas más tarde. Como un torrente, la música había regresado.
El sonido que surgió era muy distinto al rock que practicaba años antes con Los Shain's y con Los Drag's. Tenía mucha más influencia hippie y bebía de ritmos autóctonos, creando uno de los más serios proyectos de fusión en el continente; casi podríamos estar hablando del principio del rock latino que por diversas vías estalló comercialmente en los 90. Sin embargo, Los temas no tenían estructura de canción, como sucede con el Krautrock alemán –que no sé si Juan Luis ha escuchado-. Bandas germanas de Krautrock como Faust, Ash Ra Tempel, Neu o Amon Düül II eran a la vez folk, psicodelia, free rock, y tenían influencias de compositores de vanguardia como Schonberg, Xenakis, Varese, Cage y, sobre todo, Karlheinz Stockhausen. Juan Luis escuchaba los violines como guitarras con fuzztone. Y logró plasmar ese sonido soñado. Por ese entonces, en búsqueda de la autenticidad y de sus raíces (una de las grandes obsesiones de su generación) empezó a escuchar folklore andino. Al poco tiempo su hermano Raúl y otros amigos se unieron a los ensayos en su casa de Miraflores. Recordando el parque donde tuvo su primera revelación musical, Juan Luis bautizó el grupo con el nombre "El Polen". Inicialmente, además de los hermanos Pereyra en las guitarras y voces principales, la banda estuvo conformada por Fernando Silva y Ernesto Pinto. Luego se incorporó Beto Martínez y algo después Alex Abad (ex New Juggler Sound y Laghonia) en el bajo y la mandolina. Durante algún tiempo éste último fue reemplazado por Carlos "El Oso" Torres, es decir, mi viejo.
Debutaron a principios de 1970 en el Pub Zanzíbar –quizás el primero de su estilo en Lima-, situado entre las calles Colón y 28 de julio, en el distrito de Miraflores. El público habitual eran básicamente hippies, intelectuales, artistas y extranjeros de paso por Lima. Pronto, El Polen se convirtió en la banda de la casa. Empezaron entonces a conocer a gente enrollada, comprometiéndose aún más en una opción de vida romántica, personal y fuera del sistema. En otras palabras, eran hippies de verdad, la primera tribu urbana nacida de la tradición contracultural que realmente llevó a varios individuos a romper con el sistema. Eran un fenómeno sociológico con un sustrato cultural fuertísimo, no sólo grupos de intelectuales díscolos como los románticos ingleses, los dadaístas, o los beatniks, o bandas de adolescentes descarriados sin un discurso mayor –lo suyo eran las actitudes- como los mods o los rockers.
En julio de 1970 no sólo Juan Luis Pereyra, sino la banda entera, con muy poco dinero en los bolsillos, hizo su primer viaje a Cuzco, a tiempo para llegar a las celebraciones del Inti Raymy. Meses atrás Dennis Hopper y su equipo de cineastas gringos habían depredado la comunidad de Chinchero. Se recuerda particularmente una borrachera nocturna del director en la que destruyó un ídolo tradicional. Los músicos de El Polen alquilaron habitaciones y se pusieron a vivir en comunidad. Viajaron por zonas milenarias con ruinas incas fundidas en el paisaje como Machu Picchu, el Urubamba, Písac, y el Valle Sagrado. La ciudad de Cuzco tenía un buen ambiente, centro magnético que atraía hippies y viajeros de todo el mundo, era verdaderamente una zona alternativa para tanta gente que viajó por el mundo en aquella época, buscando la revelación, vagabundos del drama sumergidos en el camino. Compraron quenas e instrumentos tradicionales andinos y se presentaron en bares y auditorios. En total estuvieron tres meses y maduraron su repertorio.
De regreso a Lima alquilaron una casa en las afueras de la ciudad y se fueron a vivir en comunidad, lo que en realidad simplemente quiere decir vivir en piso compartido con buena onda y rodeado de gente que participa en un proyecto creativo común. Al poco tiempo, la banda se mudó a una casa bajo el Puente de Los Suspiros, en Barranco, que se convirtió en un centro de reunión de gente interesada en la música. La comunidad fue un laboratorio de experimentación sonora. Una de las personas que paraba por ahí era la cantante Susana Baca, que ya en los años 90 se convirtió en la cantante peruana más conocida internacionalmente, gracias al espaldarazo que le dio el ex Talking Head David Byrne al incluirla en su compilatorio The Soul of Black Peru, para su casa discográfica Luaka Bop.
A fines de 1970 la banda tuvo su primera actuación importante en la Universidad de Lima –apenas fundada poco tiempo atrás-, con un cartel que reunió a lo más graneado de la escena peruana. El Polen fue la sensación. Nadie había llevado antes tan lejos el concepto de rock y fusión andina. Uno de los espectadores se convirtió en un fanático suyo. Peter Koechlin no era sólo un oyente más, era un empresario que estaba a punto de traer a Santana al Perú. Ese mismo día les pidió que actuaran como teloneros en el concierto que la banda de San Francisco iba a dar en el estadio de la universidad de San Marcos. Inmediatamente aceptaron, pero la siguiente semana los esperaba un serio inconveniente.
La versión de Juan Luis es que una amiga colombiana les había enviado por correo como regalo un libro que camuflaba un alijo de marihuana. Alguien en la comunidad de Barranco aceptó el obsequio e inmediatamente les cayó encima la policía. En realidad, yo imagino, en la Lima provinciana y bajo una dictadura de 1970, a la tombería yendo a registrar una casa en Barranco donde vivía un grupo de melenudos y barbones jesucristos que se vestían como sucios incas en blue jean en vez del habitual terno o simple pantalón de tela y camisa o guayabera –es decir, la vestimenta de la gente normal aquellos días-, dadas las continuas quejas de los vecinos debido a la música a alto volumen y a las fiestas de amanecida que perturbaban la tranquilidad del barrio. Y veo a la policía encontrándolos a todos con los ojos rojos y un comportamiento errático aunque conciliador y pacifista. Al fin y al cabo, eran la única comunidad hippie de Lima, o los únicos que decían a voz en cuello que lo eran y que hicieron algo, lo cual es más que suficiente. Poco antes del concierto de Santana el grupo entero estaba en la cárcel. Ante su insistencia y preocupación de quemados, los tombos les prometieron que saldrían a tiempo para tocar, es decir to play, jugar. Peter Koechlin los fue a visitar a su celda y les preguntó si necesitaban que Carlos Santana les trajera algo para el concierto. Pidieron dos guitarras eléctricas.
Salieron de la cárcel dos semanas antes del recital e inmediatamente se encerraron entre cuatro paredes en su casa comunitaria de Barranco para ensayar desde que se levantaban hasta que se dormían. No vieron a Santana y su banda cuando llegaron al Perú y la noticia de su expulsión les llegó cuando ya estaba consumada. Peter Koechlin, deprimido, les dijo que se quedaran con las guitarras Martin y Gibson que Carlos Santana les había traído como regalo. Los hermanos Pereyra todavía las conservan.
Sin embargo, al poco tiempo surgió una oportunidad que no desperdiciaron. Nilo, el hermano mayor de Juan Luis y Raúl, trabajaba habitualmente en rodajes de cine. El director argentino Bernardo Batievski estaba filmando la película "El Cholo", inspirada en la vida del futbolista Hugo Sotil y protagonizada por él mismo.
De los deportistas que han nacido en el Perú, quizás Hugo Sotil haya sido uno de los más geniales, hedonistas, generosos y autodestructivos. Para la final de la Copa América contra Colombia Sotil apareció gordo, luego de algunos años deslumbrando en el Barça y emborrachándose en España. Antes del entrenamiento regaló relojes de oro a todos los jugadores. Y en el partido marcó el único gol contra el rival. Su juego intuitivo podría ser contrastado con el racionalismo de otro crack de la época: "El Nene" Teófilo Cubillas.
En el filme del 72 Sotil actúa –pésimamente, por cierto, como el resto de la película, con la obvia excepción de la música- haciendo el papel de él mismo. Supuestamente es un cholo sensible y empeñoso, pintor y futbolista. Los cuadros que aparecen en la película, sin embargo, son obra de Mílner Cajahuaringa. Hugo Sotil aparece jugando en el Municipal, viajando a Europa (pretexto para insertar algunas imágenes turísticas) y teniendo un romance en el viejo continente. Bernardo Batievski, el director de la película, le dijo a Nilo Pereyra que no tenía banda sonora para el filme, y le pidió que le recomendara algún grupo. Obviamente, Nilo le mencionó a El Polen. La banda entera hizo una audición frente a Bernardo Batievski, que inmediatamente les hizo un contrato. No les pidió ningún tema nuevo, sólo una versión del tema tradicional "Cholito pantalón blanco". El resto de la banda sonora de la película está constituido por el repertorio habitual del grupo hasta ese momento.
Durante una semana la banda se encerró en los estudios de la casa discográfica El Virrey, ubicada en Paseo de la República, bajo las órdenes del ingeniero Gerd Nickau, que con ese mismo material ganó un premio en Alemania a la mejor grabación en cuatro canales.
El Polen no dio ninguna actuación especial promocionando la película, pero posó para una sesión fotográfica junto al Cholo Sotil. Las fotos fueron publicadas en los periódicos. Todos aparecen frente a la casa comunitaria bajo el Puente de los Suspiros. El disco fue un éxito, y la canción Valicha se convirtió en número uno en las radios. En el caso particular de Radio Miraflores, por ejemplo, llegó a superar una canción de The Doobie Brothers en el hit de la semana.
Se produjo entonces un cambio importante en la banda. Entró Freddy "Puro" Fuentes a la batería. Exceptuando el primer LP, donde Alex Abad y otros músicos hicieron arreglos maravillosos con la percusión, el Polen solía usar en algunas de sus presentaciones a percusionistas amateurs, normalmente lanzados de la comuna que se mandaban a tocar en vivo, y que como eran muchos, disimulaban su madera de principiantes haciendo bastante ruido. Mi viejo me contó que cuando hizo unos reemplazos en la banda, se quejó ante Juan Luis porque los 10 congueros (por decir un número) tocaban en tiempos distintos, confundiéndolo, y él debía seguirlos a ellos y no a la guitarra, dado que el bajo es parte de la base rítmica. Quitándose el pelo de la cara, y mirándolo fijamente con sus pupilas dilatas, el chato Juan Luis le dijo, Oso, lo siento, pero son miembros de la comunidad, no los puedo chotear. Por aquellos días la comunidad entera se mudó a una casona en la calle San Martín, en Barranco.
Con esta formación fueron invitados al Festival de la Canción de Agua Dulce, organizado por el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado. Participaban además Alfredo Zitarroza, Los Compadres, Raúl Vázquez y otros músicos internacionales consagrados. El Polen concursaba en la categoría de canción y eran los favoritos. Sin embargo, días antes les habían advertido que cambiarán la letra de su tema en competencia, porque era muy crítico al gobierno. No lo hicieron. Fueron ovacionados pero perdieron. Al día siguiente el diario Expreso los declaró vencedores morales.
Miguel Lorente, un hippie chileno que vivía en la comunidad era amigo del grupo Los Jaivas (antes llamados High Bass, debido a la diversa estatura de sus miembros). Los contactó y les llevó a los músicos chilenos el disco "El Cholo". En América Latina sólo tres bandas: los argentinos Arco Iris, -con Gustavo Santaolalla, el más importante productor de rock latino en los años 90-, Los Jaivas y El Polen hacían una fusión tan avanzada. Es más, podría decirse que "El Volantín" de los Jaivas y "El Cholo" son los primeros discos de acid folk de América Latina. Eran bandas hermanas y al ver Los Jaivas que El Polen tenía su mismo concepto, los invitaron a tocar a su país.
Chile vivía entonces una explosión contracultural. El gobierno de Salvador Allende había esperanzado a varios sectores sociales y la vida en comunidad –los más precarios vivían en campamentos- era algo muy difundido a lo largo del país. En verano de 1972 todos los músicos de El Polen tomaron un autobús hasta Tacna, pasaron la frontera (un kilómetro de desierto llamado "La línea de la concordia") y en Arica tomaron un avión hasta Santiago de Chile, pagado por Los Jaivas, que vivían en la capital haciendo vida en comunidad. Sus colegas músicos los hospedaron en sus casas. Los de El Polen conocieron también a miembros del grupo Los Blops, banda chilena que merecería una novela entera debido no sólo a su música sino a su estilo de vida, muy similar a la que en estos momentos narro, callando varios aspectos que posteriormente contaré en otros proyectos literarios.
El Polen tocó en la universidad Católica de Chile, en el coliseo Caupolicán, en el teatro Providencia y en la peña de la familia Parra. Su concierto más grande fue en la Quinta Vergara en Viña del Mar, junto a Los Jaivas. Se movilizaron para el concierto hippies de todos lados de Chile y el auditorio se llenó del denso humo de la marihuana, buenas vibraciones y el mejor sonido de fusión, al contrario que en lamentables épocas posteriores, llenas de música seudo latina y seudo todo producida en México por Televisa o por los Estefan en Miami. Existe un video del festival.
Al finalizar el verano –Juan Luis siempre me situaba cronológicamente a partir de la estación estival-, El Polen regresó al Perú. Observando el desierto de Atacama desde la ventanilla del autobús recordaban los meses pasados en olor a multitudes y se preparaban para grabar un nuevo repertorio. La cabeza del chato Juan Luis Pereyra hervía con alucinantes ideas musicales mientras contemplaba la infinitud de las arenas y el litoral desértico interrumpido por valles una y otra vez…
Tenían contrato con la casa discográfica El Virrey y se encerraron durante una semana en sus estudios, situados en el Paseo de la República, la primera autopista que comunicaba la gran jungla de asfalto en la que se estaba convirtiendo Lima. El resultado fue su segundo LP, llamado "Fuera de la ciudad", que salió a la venta tiempo después y contiene sus éxitos "Hijos del sol" y "La cueva". Para mí, es su obra maestra, los más delicados arreglos hacen que los temas se vuelvan esa otra cosa en la que uno se transfigura cuando está en el otro lado. Los Jaivas hacían canciones, El Polen hacía sonido.
A mediados de 1973 Susana Baca fue invitada al festival de Berlín, y les pasó la voz para que la acompañaran. Junto a la cantante y al grupo de teatro La Tarumba se embarcaron, cruzaron el Canal de Panamá y llegaron hasta Cuba, donde tomaron un avión hacia Berlín.
En la capital alemana dieron un par de conciertos pequeños. Para permanecer en Europa necesitaban la invitación de algún amigo. Le pidieron al húngaro-peruano Peter Kun que les hiciera la carta. Gracias a él, cuando Susana Baca y La Tarumba iban a tomar el avión de regreso, pudieron quedarse, aunque inmediatamente debieron viajar a Hungría. Ahí dieron varios conciertos, incluido uno en un barco para turistas en pleno río Danubio. Luego de su breve estancia húngara viajaron a Austria, donde asistieron a un concierto de los Rolling Stones, durante la gira del Goats Head Soup, el 1 o el 23 de septiembre de 1973, si consultamos el libro Rolling with the Stones, de Bill Wyman, bajista de la banda y documento con la memorabilia más completa y detallada del grupo.
En París fueron alojados por el pintor Pablo Quintanilla, que les hizo un sitio en su taller. Dieron recitales en municipalidades y en diversos locales. Conocieron poco a la bohemia peruano-parisina de la época –Alfredo Bryce Echenique, los hermanos Rosas, Julio Ramón Ribeyro, Manuel Gutiérrez-Sousa, Armando Rojas, Elqui Burgos, Manuel Scorza y otros que entraron y salieron a lo largo de los años- porque, como suele suceder con la peruchada, no había una red común donde todos se cayeran bien. Obviamente, ellos estaban de lado del cholo Quintanilla en las pequeñas rencillas. Sin embargo, cenaron una vez con Georgette, la viuda del poeta César Vallejo. También tuvieron una presentación en Dinamarca durante la inauguración de una muestra individual de Pablo Quintanilla.
Luego de pasar cuatro meses viviendo en París, regresaron a Perú en el verano de 1974. Siguieron tocando durante una temporada, pero el ambiente había cambiado mucho. La mayoría de los músicos de su generación habían quemado, viajado, cambiado de estilo o se estaban dedicando a otros trabajos. El Polen era prácticamente uno de los pocos sobrevivientes y sus integrantes sufrieron una mezcla de desidia y vanidad, como sucedió en general con los músicos de rock aquel año, cuando la contracultura clásica dio su último suspiro y expiró definitivamente. A mediados de 1975 Juan Luis Pereyra decidió abandonar la banda, que se separó casi inmediatamente. Juan Luis se fue a hacer vida comunitaria a Santa Eulalia. Años después regresó a Europa a recorrer el viejo continente en una casa rodante junto a su familia. Por su parte, Beto viajó a Chile y a Brasil, y Raúl Pereyra se atrincheró en el grupo Sudamérica.
Pero, como siempre, no todo había terminado. En 1996 el grupo se reunió y al poco tiempo grabó un tercer disco, muy bueno por cierto, pero con un sonido distinto al de sus dos primeros LPs. Aunque la banda no se ha separado oficialmente en el momento de escribir estas líneas se encuentra invernando. Como todos los grupos de esta historia escondida, El Polen tuvo mala suerte. Sin embargo, lograron grabar, con lo que su magia puede volver a estar presente para los melómanos actuales. En cuanto al chato Juan Luis Pereyra, sé que esta noche traza el mapa definitivo de las estrellas desde cualquier lugar del universo, empezando por Miraflores, pasando por Santa Eulalia y avistando tierra en cualquier lugar de la galaxia, siempre haciendo buena música. Un abrazo fraterno y entrañable, con mucho afecto, maestro.

En la foto: El Polen.

viernes, febrero 23, 2007

Adolph, Cueto, Nieto Degregori

ASIA/EISHA. José B. Adolph escribe en su columna El Señor de los Colmillos de la sección cultural de Caretas un artículo sobre el balneario de Asia, ubicado al sur de Lima. "Antes de emitir una observación al respecto, quiero advertir que mis recursos no me permitirían colocar ni una caseta de perro en ese lugar. Dicho esto, y apoyando a todas las críticas justificadas a acciones y comportamientos de algunos o muchos de los allí residentes, quisiera mencionar un hecho que poco o nada tiene de casual: la creciente presencia de artistas e intelectuales, incluyendo a conocidos escritores en eventos allí organizados. Además de todo lo que es y representa la nueva Asia, que se puede resumir en la presencia de los famosos y detestados nouveaux riches = nuevos ricos, que no han pasado por las dos o más generaciones necesarias para adaptarse a tener dinero y favorecer la cultura, ya comienza a manifestarse una verdad prácticamente universal: allí donde está el poder económico, la cultura se sube al tren", sostiene. Adolph.
"UNA HISTORIA INSUFICIENTE". Ayer en su columna de libros del diario La Primera Jack Martínez escribió a propósito de la novela de Alonso Cueto El vuelo de la ceniza, recientemente reeditada por Seix Barral. En opinión de Martínez, lo negativo: "Una historia insuficiente si se toma en cuenta que la novela pretende, a través de un estilo plagado de frases cortas que no siempre son efectivas, establecer una atmósfera de suspenso y, sobre todo, de misterio. Mas no se puede hablar de suspenso mientras las acciones transcurren con lentitud agobiante. Ni de misterio, pues se sabe desde el inicio que el asesino de la hermana de la amante, y luego de otras personas de participación secundaria, es Boris Gelman". Lo positivo: "La construcción psicológica del asesino, algo importante en este tipo de novelas, sí es cabal en El vuelo de la ceniza". Y, en síntesis: "Más que una novela de suspenso constante, El vuelo de la ceniza tiene un carácter ligero y, sólo a veces, entretenido".
NIETO DEGREGORI ENTREVISTADO. Enrique Planas entrevista hoy (en una nota de título efectista e infeliz) en la sección cultural de El Comercio a Luis Nieto Degregori en torno a su nueva novela Asesinato en la Gran Ciudad del Cuzco, en la cual el narrador cuzqueño "une género policial y novela histórica para recrear uno de los mayores escándalos en el Perú del siglo XVIII: el juicio por el crimen del Marqués de Ballumbroso". Incluyo la pregunta final. "En la historia de desencuentros ente padre e hijo se percibe su propia historia, la difícil relación con tu padre (el desaparecido poeta cusqueño, militante izquierdista y parlamentario Luis Nieto). ¿Cuánto le ha dolido personalmente este libro?": "Yo empecé este trabajo indagando en la historia. Solo cuando tuve abundante documentación sobre el cronista Diego de Esquivel y especialmente de su padre, el marqués de Ballumbrosio, en ese momento empecé a tejer en mi cabeza la ficción que quería contar. Y cuando me planteo la relación conflictiva del cronista con su padre, a medida de que iba avanzando con el libro, comprendía que también estaba plasmando, de alguna manera, la conflictiva relación con mi padre. El temperamento del personaje de la novela empezó a acercarse al temperamento de mi padre, volcánico, aplastante, dominante. Fue una sensación de dolor y revelación al mismo tiempo al escribir este libro".

En la foto: Luis Nieto Degregori.

jueves, febrero 22, 2007

Ilusionismo, un cuento de Siu Kam Wen

Junto con sus declaraciones incluidas la primera hora de hoy, el escritor Siu Kam Wen envió a su vez este notable cuento suyo, contenido en sus Cuentos Completos, y que ha sido publicado anteriormente en la revista Renacimiento 31-34 (2002) que dirige Fernando Iwasaki en España.

ILUSIONISMO

Trabajo normalmente a solas, pero cuando un arresto es inminente, o cuando es altamente probable un arresto, me llevo al guardia Paiva conmigo.
Gabriel Sánchez vive en un pequeño chalet de dos pisos ubicado en el perímetro sur de Lince, pero su fortuna es considerablemente mayor que la que le atribuye todo el mundo. La fuente más obvia de sus ingresos económicos son una parrilla en el centro de Lima y otra en el corazón de Miraflores, que andan siempre llenas incluso en estos tiempos de vacas flacas; yo mismo he estado un par de veces en la parrilla del centro. Pero en el curso de la investigación se me ha hecho evidente que tiene otras fuentes igualmente o más lucrativas, siendo una de ellas la herencia que su mujer ha recibido de su familia en Rosario.
La primera vez que lo visité, hace cosa de dos años, una cholita con los cachetes todavía rojizas me había abierto la puerta y me había dejado entrar. Esta vez el mismo Gabriel Sánchez viene a abrirnos. No ha cambiado un ápice en los dos años transcurridos: ni una arruga extra en su frente alta y noble, ni una cana nueva en su cabello rubio cenizo, esmeradamente alisado con brillantina líquida. Incluso la calvicie, que deja descubierta y reluciente una media luna en su cráneo, parece haber detenido su avance. Nos acoge con una sonrisa de lado a lado que muestra una hilera doble de dientes blancos y perfectos y nos alarga la mano como si fuéramos amigos suyos, en vez de policías en una visita oficial. El hombre es argentino, aunque radicado por muchos años ya en Lima, y tiene ese carácter extrovertido y bonachón que parecen tener todos los argentinos.
–¿Usted otra vez? –Me reconoce sin problemas, a pesar de que la última vez que me vio fue hace dos años–. Pensé que ese asunto de mi mujer ha sido ya resuelto para la satisfacción de todos los involucrados.
Es alto, por lo menos un metro ochenta y cinco, y tengo que mirar hacia arriba cuando le hablo.
Nos hace pasar a la sala.
–Voy a llamar a mi mujer para que les prepare un café –dice–. ¿Cómo lo quieren? ¿Negro? ¿Con crema?
–Sin crema, por favor. ¿Dónde está esa criada que tuvo hace dos años?
–¿Cuál criada? –Su sorpresa no es fingida: debe haberse deshecho de la muchacha hace tanto tiempo que ya no se acuerda de haberla tenido alguna vez–. Ah, la cholita... La he tenido que despedir pues me robaba la malvada.
Me pregunto si ésa ha sido realmente la razón, o si el motivo ha sido otro. Sánchez no parece percatarse de mi recelo o pretende no darse cuenta de ello. Se ausenta momentáneamente de la sala. En el minuto siguiente los escuchamos a él y a una mujer hablar en la cocina. La voz de la mujer, aunque baja y algo ronca, llega claramente hasta mis oídos. Es una voz familiar: dos años antes he tenido la oportunidad de hablar con la dueña de esa voz, por media hora o más.
La primera vez que visité esta casa ha sido también por motivo de esa mujer. Sus padres, que vivían todavía entonces, en Rosario, no habían oído de ella por cierto tiempo. Hicieron una visita sorpresiva a Lima y se presentaron en la casa sin anunciarse. La hija no se encontraba por ningún lado. Sospechando de que algo muy malo le había pasado y dudando de la explicación que Sánchez les había dado sobre su ausencia, fueron a la Comisaría de Lince a presentar una denuncia. Yo era entonces sólo un alférez imberbe recién salido de la Escuela de Policías. Me asignaron el caso. Sánchez me recibió con la misma naturalidad y candor con que me ha recibido hoy. Su personalidad me sedujo entonces: decidí creer en la explicación que me dio, según la cual su mujer Matilde se había ido a un convento para estar a solas por unos meses y tratar de recuperarse de una seria crisis espiritual. No tuve tiempo ni necesidad de cambiar mi percepción del hombre, pues al cabo de una semana Sánchez se presentó en la Comisaría con su mujer, que, aunque lucía un poco pálida, estaba sin embargo en perfecto estado de salud.
El guardia Paiva, después de echar una mirada a su derredor, se acaba instalándose en el sofá. Yo he preferido seguir de pie y aprovecho la oportunidad para estudiar las fotos que hay en la pared de enfrente: la primera vez no les había prestado la debida atención. Sánchez ha tenido aparentemente una vida de lo más interesante, antes de venirse a Lima a quedarse y dedicarse al negocio de las parrillas. Ha sido un trotamundos. Las fotos lo muestran posándose ante conocidos lugares de atracción turística de alrededor del mundo. Algunas de ellas lo muestran en su oficio de entonces, que parece haber sido múltiple, pues aparece en una con el traje ajustado de un trapecista y el pecho velludo casi desnudo, en otra como el director de circo, y en una tercera con el frac negro de un mago. El circo para el que trabajó parece haber sido el Ringling.
Sánchez reaparece en la sala, con esa deslumbrante sonrisa que parece eterna y que sin duda le ha sido invaluable en su profesión anterior. Su mujer Matilde lo sigue pisándole los talones y trayendo en una bandeja tres tazas de café humeante, las cucharitas y los terrones de azúcar. Como su marido, el paso del tiempo no se nota en esta mujer estatuaria y voluptuosa, todavía joven: está igualita que la última vez que la vi y conversé con ella, dos años atrás, en la Comisaría. La miro casi con ahínco, preguntándome cómo era posible eso. Mientras deja la bandeja en la mesa de centro y nos sirve, me siento al lado del guardia Paiva. Cuando se agachó para alcanzarme la taza, el escote de su vestido se abrió y mostró el comienzo de sus senos de vedette. Pude casi sentir su aliento y su perfume.
–Puedo ver que ha sido muchas cosas en su vida profesional anterior –digo, después de poner tres terrones de azúcar en el café y removiéndolo con la cucharita–. ¿En cuál de ellas se destacó, señor Sánchez: como ringmaster, como trapecista o como mago?

Sánchez se cruza las piernas. Como todos los genios de su tipo, tiene un temperamento nervioso que no le permite permanecer inmóvil por mucho tiempo, incluso sentado. Matilde ha querido dejarnos y volver a la cocina, pero el marido, por una razón que creo ahora adivinar, la ha retenido y le ha hecho instalarse a su lado. Los dos son altos, apuestos, y bien conservados. Juro que me habría dado envidia verlos sentados así, lado a lado, con el brazo de uno sobre los hombros de la otra, si no hubiera sabido mejor.
Si no es inmodestia decirlo, yo era extremadamente bueno en cualquiera de las diferentes facetas de mi carrera artística –dice Sánchez. Y volviéndose hacia su mujer con la ternura de un esposo amoroso–: ¿Verdad que sí, honey?
Matilde se limita a asentir.
Quiero sentir su voz otra vez. Quiero ver a esa boca ancha y sensual hablar con ese acento porteño que no se le ha quitado a pesar de los muchos años en este país.
–Y usted, señora Matilde, ¿no habrá sido por casualidad también una actriz o artista de la farándula? Con ese cuerpo estatuario y esa pinta, no me sorprendería si lo fue.
La mujer lanza una risotada.

–Qué ocurrencia acaba usted de decir –comenta.
No me cabe la menor duda que mientras más pierdo el tiempo hablando de trivialidades, más es el tormento que Sánchez siente por dentro. Aunque no quiere dar la impresión de que la visita le preocupa, lo cierto es que la impaciencia lo está matando.
–¿En qué debemos el placer de su visita, teniente, o debo decir capitán?
–Teniente está bien –respondo con humildad. Termino de poner la taza de café sobre su platillo–. Señor Sánchez, tengo una noticia muy mala que comunicar a usted: acabamos de encontrar y recuperar el cuerpo de su mujer.
Puedo sentir al guardia Paiva, a quien no he informado de los detalles del caso, volverse en el sofá y mirarme. Habría querido preguntarme: ¿de qué habla usted, mi teniente?, si yo no estuviese ya ocupado en otras cosas. Proseguí, tratando de no mirar a la mujer sentada al lado de Sánchez:
–Alguien de la Fiscalía ha estado desenterrando tumbas masivas a un costado de la carretera Panamericana cuando se dio con una que ha sido excavada con mucho más anterioridad. Contenía sólo un cadáver. La muerta había fallecido de una puñalada al corazón. No hubo dificultad para identificarla pues el asesino no se había tomado el trabajo de quitarle su brevete de conducir. Las huellas digitales también coinciden con las de su carnet de extranjería. La identificación es cien por ciento positiva. No tenemos dudas tampoco acerca de la identidad de su asesino, que había dejado sus huellas en el puñal. Señor Sánchez, antes de que intente hacer nada quiero advertirle que estamos armados, y que haremos uso de nuestras armas de fuego si es necesario.
Pero el argentino se limita a sonreír con esa sonrisa meliflua y un poco avergonzada de alguien que ha sido sorprendido en su engaño.
–No sé cómo lo hizo dos años atrás y cómo lo hace todavía ahora –añado–, pero usted es un genio en su profesión de ilusionista.
–Lo sé –dice Sánchez llanamente, con un suspiro–. Y ahora que ya no hay necesidad de seguir con la charada, esto puede terminar.
Levanta su mano derecha a la altura del rostro de Matilde y chasquea el pulgar y el dedo medio. Y ante nuestros sorprendidos ojos la mujer sentada a su lado desaparece sin dejar un solo rastro.



En la foto: Siu Kam Wen.

Siu Kam Wen desde Hawaii

El narrador peruano Siu Kam Wen (Chungshan, Kuangtung - China, 1951) publicó en Lima los libros de cuentos El tramo final (1985) y La primera espada del Imperio (1988). El cuento que da título al primer libro está asociado al deterioro y la violencia de la ciudad (específicamente el Rímac). Guillermo Niño de Guzmán en su antología En el camino. Nuevos cuentistas peruanos (Lima, INC, 1986) escribió lo siguiente sobre el autor: "Junto con Alonso Cueto y Cromwell Jara, Siu Kam Wen se alza como una de las voces más personales y maduras en la pléyade de nuevos narradores peruanos. Su caso es curioso no sólo porque su aprendizaje del idioma es tardío sino porque es el primero en introducir una temática prácticamente inédita en la literatura nacional: el mundo de la comunidad china peruana. Y, por cierto, se trata de una visión desde dentro que nos descubre ese territorio desconocido, al igual que Isaac Goldemberg explora el universo de la comunidad judía local" (51). A continuación, el autor responde con amabilidad unas inquietudes planteadas por esta Zona de noticias.

Estoy en Hawaii desde 1986 y a partir de 1993 trabajo para una fundación del estado, pero en contabilidad, que es mi profesión. Tenemos un museo de arte bajo nuestro control, con unas 4000 piezas de obras de arte. Damos también becas a organizaciones culturales y artísticas.
He publicado en 2004 cuatro libros: tres en castellano y uno en inglés, a través de una editorial on-demand. Es la única forma en que he podido publicar, ya que, después de 20 años afuera, he perdido casi todos mis contactos en el Perú y aquí prácticamente nadie me conoce como escritor. Los títulos son: Viaje a Itaca (novela), La estatua en el jardín (novela corta), Cuentos completos y Deconstructing Art (ensayo).
He dado una ponencia en Francia mucho tiempo atrás. Fui invitado al Encuentro de Madrid pero tuve que cancelar mi intervención por asuntos personales. El año pasado he sido invitado a dar una ponencia y una lectura en la Americas Society de Nueva York, y aparecer como guest writer en el Austin College de Sherman, Texas. Estoy trabajando en una novela bastante larga, cuyo primer borrador pienso terminar este año. El título provisional es Recuerde al alma dormida o La vida no es una tómbola.
Respondiendo a tu específica pregunta sobre la polémica surgida a raiz del Encuentro de Madrid:
Me parece una tormenta en una taza de té. Pero la controversia ha tenido el efecto de suscitar un interés en el evento de Madrid que de otro modo no hubiera tenido. Sugiero que para el próximo Encuentro a realizarse (¿en Trujillo este noviembre?) pongamos el tema en la agenda. Así vamos a tener salones llenos.

Los que estamos ubicados en las periferias de la literatura nacional (escritores "andinos" o de minorías como yo) nunca vamos a tener la cobertura periodística o la preferencia de las grandes editoriales de que gozan los escritores del main stream, es decir los llamados escritores "criollos", así que es inútil tratar de quejarnos. Otra cosa, y tal vez sea sólo mi complejo de inferioridad, pero creo que los escritores "criollos" son más pintones que el resto de nosotros. Eso es porque uno ve a Fernando Ampuero aparecer de cuerpo entero en la carátula de la separata del Caretas del octubre pasado; simplemente, no puedo imaginarme a Miguel Gutiérrez o a Gregorio Martínez (perdón, profe), quien me enseñó en San Marcos, haciendo lo mismo.
Aloha,
Siu.

En la foto: Siu Kam Wen.

miércoles, febrero 21, 2007

Luis Nieto Degregori: "La sociedad criolla no tiene la capacidad de ver los conflictos del Perú actual"

Las secciones culturales de Perú 21 y La República entrevistan hoy al escritor Luis Nieto Degregori, de cuya reciente novela Asesinato en la Gran Ciudad del Cuzco (Norma) ofrecí el día lunes un adelanto aparecido el sábado en Somos. Gonzalo Pajares Cruzado lo entrevista en el primer diario mencionado. Incluyo las cuatro preguntas finales.
Como cusqueño, ¿siente que su mirada es distinta a la de un escritor limeño?
Esto me hace recordar la polémica entre autores andinos y criollos. Muchos escritores provincianos tenemos la ventaja de sentir en carne propia la marginación, algo que desde Lima no se ve. La sociedad criolla no tiene la capacidad de ver los conflictos del Perú actual; la provinciana, sí. Un provinciano nace sabiendo que hay varios Perú y que muchos de ellos están enfrentados. Es decir, hay una visión criolla, otra andina y otra india del Perú. Escritores como yo ofrecemos la mirada andina.
¿Y esta es más certera?
Es distinta. Yo diría que es abarcadora. La visión criolla deja de lado aspectos muy importantes de nuestra sociedad. Siempre hago referencia a la frase de Vargas Llosa: '¿En qué momento se jodió el Perú?'. Lo que se jodió fue el Perú criollo, porque el Perú está mejorando. Cuando uno conversa con un poblador pobre de la sierra, nos dice que, con referencia a su padre, su vida es mucho mejor porque ya no es siervo, porque el gamonal ya no puede violar a su mujer o a su hija. Y no estoy hablando de hace un siglo, sino de hace 20 o 30 años.
¿Cómo es esta mirada criolla?
Una de sus limitaciones es que deja de lado a vastos espacios de nuestra sociedad y de nuestra cultura. El debate entre los escritores ayudó a visibilizar a los escritores andinos. Porque lo que hace falta en nuestro país es visibilizar -pongo énfasis en esto- estos sectores marginados que, además, son grandes creadores de cultura. La capacidad de dar una visión más amplia del Perú es lo que nos diferencia a los provincianos. El Perú andino es emergente; el criollo, decadente. El Perú andino ha conquistado Lima, y ahora lucha por que no haya marginación y discriminación.
Si la frase de Vargas Llosa no es certera, ¿cuál utilizaría usted?
'¿Cuándo arreglaremos el Perú?'. Porque lo estamos arreglando.
Por su parte, Pedro Escribano hace lo propio en La República. Una pregunta.
La novela expone lío entre criollos, indios y mestizos. Hace poco hubo la polémica entre los escritores llamados andinos y criollos.
A mí me parece una contienda muy importante. Tal vez el debate como se dio bajó un poco de nivel a un intercambio de flores con maceta y todo. Sirvió para hacer notar que al lado de una cultura y élite criolla hay otros sectores étnicos, culturales excluidos. Y qué bueno que esto se ventile. La polémica de escritores andinos y criollos ha servido para hacer visible a todo un grupo de escritores andinos que no recibía la necesaria atención de los estudiosos de la literatura ni de la crítica literaria periodística. Creo que a raíz de esa polémica eso ha cambiado bastante y tal vez sea el punto de quiebre que será recordado en la historia de las letras peruanas de fines del S. XX y comienzos del XXI.
PD: La revista Ómnibus acaba de incluir varias de las ponencias ofrecidas en el Primer Congreso Internacional de Poesía Peruana (1980 – 2006) llevado a cabo el pasado mes de noviembre en Madrid. Hoy se inaugura la muestra colectiva Frontera en la galería Vértice de San Isidro. Ernesto Carlín Gereda entrevista en la página cultural de El Peruano al poeta Leoncio Bueno. En esta misma página se da cuenta "del dossier sobre literatura de la violencia política en el Perú en el tercer número de la revista neoyorquina –mejor dicho, de Brooklyn– A Public Space", del que esta Zona de noticias informara a modo de primicia el pasado mes de enero. Por otra parte, Manuel Eráusquin comenta en la página cultural de Correo el reciente número de Lienzo, revista cultural de la Universidad de Lima dirigida por Alfonso Cisneros Cox. Finalmente, en esta misma página se publica un cable con declaraciones del narrador peruano avecindado en Madrid Jorge Eduardo Benavides.

En la foto: Nieto Degregori. "Soy de los escritores que consideran que el problema más serio de la sociedad peruana es la discriminación de sectores muy importantes: los indígenas, los mestizos", afirma.

martes, febrero 20, 2007

Entrevista a Josué Méndez

El weblog La cinefilia no es patriota (aludido despectivamente, junto a otros weblogs peruanos dedicados al cine, como Cinencuentro, El buen cine, Nuvolaglia o La tetona de Fellini, en esta nota anónima de Caretas) postea hoy una extensa entrevista de Mario Castro Cobos y Fernando Vílchez al director cinematográfico Josué Méndez (Días de Santiago) realizada "en su pequeña oficina del centro de Miraflores, hace veintitantos días". La misma gira en torno a su segunda película aún en proceso Dioses. Incluyo las declaraciones de Méndez en las que ofrece elementos de cómo será esta nueva y desde ya esperada película suya, elementos que van acompañados de su visión de la sociedad peruana actual.

GUIÓN Y PUESTA EN ESCENA. "Cuando me toca escribir, escribo y no pienso en nada más. Mientras avanzaba el guión de Dioses, solamente en partes muy específicas hubo una puesta de escena en mente. No más de cuatro escenas están pensadas así, por ejemplo. Todo ese proceso lo empiezo recién desde ahora, cuando empiezo a ensayar con los actores, a definir locaciones, a trabajar con los directores de fotografía y de arte. Cuando ya tengo al equipo conmigo empiezo a pensar en la puesta en escena y armamos conversaciones sobre eso. En ese momento es que dejo de ser solamente un escritor para ya pensar en la realización".
RODAJE. "Solamente son cinco semanas de rodaje, así que lo que se busca es improvisar al máximo durante los ensayos. Ahí hay que dejar que los actores ofrezcan todas las ideas que tengan, no descartar ninguna y finalmente llegar a un punto en que las escenas sean fijas y así no tener que experimentar en pleno rodaje".
ZOOLÓGICO. "Mira, la impresión que yo tengo con esta película es la que uno siente cuando ingresa a un zoológico y vas observando a los animales y de pronto te encuentras con un orangután, ese rey que se encuentra inmóvil, perezoso, como dices, un animal que te mira durante dos horas sin moverse y luego bosteza o te da la espalda. Esa es mi sensación. Sin duda, esta película va a ser más contemplativa. Desde luego, hay una trama y suceden cosas, pero se tratará de poner la cámara siempre sobre el trípode y sobre un dolly, y evitar la cámara en mano".
LIMA EN TRES NIVELES. "Lima está presente en todos sus estratos... Ahora, para simplificar la película, traté de pensar en tres niveles: La clase alta, representada por los Dioses; la clase media, a través de la chica que ingresa a este universo; y los más pobres, que son la servidumbre de la película. Estamos tratando de hacer todo eso claro, donde los Dioses sean rubios, los de la clase media sean criollos y la clase pobre de rasgos andinos".
LA CLASE ALTA. "He leído
The Theory of the Leisure Class, de Thorstein Veblen, que es un tratado filosófico, un estudio bastante denso sobre cómo se comporta la clase alta. Claro, hay una diferencia entre la clase alta de inicios de siglo XX y nuestra clase alta particular actual. Acá, las personas de la clase alta no son nobleza, y los que lo son, pertenecen a cinco familias y viven afuera. Lo que hay acá son nuevos ricos. Además, pienso que cuando la película se vea en el exterior, afuera van a decir 'oye, pero los ricos no son tan ricos'. Y es cierto, acá los ricos no tienen helicópteros ni avionetas, como la clase alta mexicana, por ejemplo. Nuestra clase alta es misia".
DIÁLOGO, MÚSICA. "Tengo mucho diálogo. Los personajes hablan de más, ya por las puras, pero mientras el diálogo se escuchará, la cámara no se posará en las personas que hablen sino se irá paseando por el lugar. Lo importante no es escuchar lo que dicen, sino ver las relaciones que existen, el diálogo terminará siendo un artefacto de decoración artística, nada más. En cuanto a la música, me gusta que sea ella quien presente al mundo. En Días de Santiago, hay escenas donde eso ocurre. Santiago tiene una música extraña para él, o la escena de la discoteca abre con música festiva. Para Dioses, en principio, es igual. Para el mundo joven de la clase alta se piensa en música electrónica, para el mundo adulto de la clase alta se puede partir de música clásica... pero esas son ideas iniciales, puntos de partida".
VISIÓN POLÍTICA. "La película lo que quiere es mostrar la vida cotidiana de las personas, y el contraste existente en el país. Parte, principalmente, de un retrato de una clase. Ahora, mi visión política del asunto es que esta clase tiene total responsabilidad de nuestra situación como país. Claro que también pienso que los pobres tienen mucho por hacer. En ninguna parte del mundo han sido los poderosos los que han cambiado las cosas... Sin embargo, estos juicios no van a estar en la película para nada. Se trata de mostrar quizás el gran problema del país: un país sin comunicación".

En la foto:
Josué Méndez. "En ninguna parte del mundo han sido los poderosos los que han cambiado las cosas...", afirma.

lunes, febrero 19, 2007

La nueva novela de Luis Nieto Degregori

LANCE DE ESPADAS*
Anticipo. Un fragmento de la última novela del escritor Luis Nieto Degregori


Probablemente el narrador cuzqueño más importante de la literatura peruana contemporánea. Nieto Degregori (1955) ha publicado, entre otros, Harta cerveza y harta bala (1987), La joven que subió al cielo (1988), Señores destos reynos (1994) y Cuzco después del amor (2003). Su última novela titulada Asesinato en la Gran Ciudad del Cuzco, es la historia de una de las familias más poderosas de la antigua capital del incanato, a comienzos del siglo XVIII, una época en la que se perfilan los rasgos esenciales del Perú de hoy. [Revista Somos]

Con Bartolomé de la Moneda, el minero extremeño que cansado de recorrer inútilmente el Alto Perú en busca de un nuevo Potosí había recalado hacía unos meses en Cuzco, don Rodrigo encontró muy rápido un lenguaje común. Todas las esperanzas de ese hombre maduro y de tez curtida por los fríos estaban puestas en un mineral que había hallado en el Senca, una de las montañas que dominaba la ciudad. Obligado por las urgencias de las que nunca estaba libre, había cometido el error, sin embargo, de asociarse con don Diego de Esquivel sin tomar la precaución de firmar un contrato.
–¡Reconozco que fui un tonto! –se abrió el minero al corregidor desde el primer encuentro que tuvieron en el despacho de este–. En mi oficio, lo primero que aprende uno es a desconfiar hasta de su sombra, pero por alguna razón en la palabra de don Diego creí desde el primer instante. Sería porque se mostró ya no generoso sino magnánimo conmigo en un momento en que todas las personas me habían vuelto las espaldas…
–¿Es mucho el dinero que don Diego le adelantó para la búsqueda del mineral? –preguntó el corregidor.
–Se trata de una suma considerable –respondió el minero tras pensar un poco–, pero que no justifica las pretensiones de don Diego de tomar posesión de las minas y relegarme al papel de dirigir los trabajos de beneficio del mineral…
–¿Y cómo piensa nuestro común amigo justificar sus pretensiones ante la justicia? Porque una cosa es que él quiera apropiarse de esa mina de plata y otra, muy distinta, que le asista el derecho a ello –se interesó don Rodrigo.
–Se está valiendo de la amistad o el miedo que le profesan todo tipo de autoridades. De hecho, como procede en estos casos, yo quise hacer manifestación de mi hallazgo, pero aquí en la ciudad no me fue recibida. Por eso quiero viajar a Lima cuanto antes para salvaguardar mis derechos.
–¿A Lima? Para cuando usted llegué a Los Reyes don Diego ya habrá tomado posesión de la mina de plata –puso en duda don Rodrigo la efectividad del paso que el minero pensaba dar–. La solución sería que yo, como justicia mayor del Cuzco, lo ampare como descubridor y legítimo dueño del mineral…
–¿Está dispuesto Su Señoría a hacer eso? –se alegró sobremanera el minero–. ¿No tiene miedo de enfrentarse a don Diego?
–¡Miedo, ninguno! –respondió tajante el corregidor–. ¡Si no he temblado cuando en una ocasión me vi rodeado, con la pequeña escolta que me acompañaba, de todo un regimiento enemigo, menos voy a hacerlo si me desafía un miserable criollo! Le repito: yo puedo ampararlo como propietario de la mina, pero con una condición…
¿Cuál? –preguntó dubitativo el minero ante la posibilidad de que se tratase de una exigencia que no estaría en condiciones de satisfacer.
–Con la condición de que don Diego no tenga parte alguna en esa empresa, ni siquiera a manera de compensación por el dinero que Vuestra Merced le adeuda. Mi apoyo, en cambio, será recompensado con la quinta parte de los ingresos que genere la mina cuando empiece a producir.
Don Bartolomé de la Moneda no tuvo que pensar mucho para aceptar el pacto que el corregidor le proponía. Don Rodrigo, por su parte, ni bien firmados ante notario los papeles que daban nacimiento a la nueva sociedad, se dedicó por entero a reunir un pequeño contingente de hombres armados con el cual poner en fuga a los casi veinte vigilantes que, según sus informes, don Diego había puesto para resguardar el lugar donde se hallaba el mineral.
–Partiremos mañana ni bien despunte el alba. Además del alguacil mayor y los guardias nos acompañarán treinta hombres –le explicó a don Bartolomé de la Moneda a los pocos días–. Luego de tomar por sorpresa y desarmar a los servidores de don Diego, yo os ampararé ante notario como legítimo dueño del mineral. Por el tiempo que haga falta, mientras la manifestación de la mina sea recibida por las autoridades de Los Reyes, siquiera veinte hombres, al mando de una persona de mi absoluta confianza, se encargarán de brindarle protección.
Los aprestos empezaron antes del amanecer, cuando en el patio de palacio empezaron a congregarse los hombres que el alguacil mayor y Francisco el Patatiesa se habían encargado de reclutar. Hacía más de una semana ya que había dejado de llover, lo cual, según le habían comentado a don Rodrigo, era raro para el mes de febrero. "Ascender hasta la mina con los senderos convertidos en lodazales hubiera resultado difícil", pensó, decidiendo para sus adentros que ese veranillo era sin lugar a dudas una señal de buen augurio.
Montado en el noble alazán que había adquirido a su llegada a Los Reyes para seguir viaje hasta el Cuzco, el corregidor se puso al frente de los casi cuarenta jinetes que finalmente había tenido la precaución de reunir. A su lado marchaban don Bartolomé de la Moneda y don Jerónimo de Losada y un poco más atrás, a manera de escolta, el alguacil mayor y los guardias. Los hombres del Patatiesa, con este a la cabeza, cerraban la cabalgata que, por lo nutrida, despertó a su paso a muchos vecinos que, venciendo el recelo, asomaron las cabezas por las puertas de sus casas para curiosear.
A sugerencia del minero, que conocía la zona al dedillo, dejaron la ciudad no por el camino más corto a la mina, el que llevaba hacia el cerro Sacsayhuamán, sino por el que salía de la parroquia de Santa Ana con dirección a Chinchero. El plan que habían cuidadosamente preparado consistía en dar ese rodeo para ascender al Senca por sus faldas izquierdas y de ese modo evitar el ser avistados por los servidores de los Esquivel.
Don Rodrigo se encontraba de inmejorable humor y no cesaba de intercambiar comentarios con su paisano Jerónimo de Losada, quien había insistido en unirse a la partida a pesar de que el riesgo de que se produjese un enfrentamiento era alto. Bartolomé de la Moneda, en cambio, que se había adelantado al resto, se comportaba con cada vez mayor cautela a medida que se acercaban al lugar donde había descubierto el mineral.
–¡Venciendo esa altura estaremos justo encima de la mina! –explicó el minero a media mañana, cuando llevaban cerca de cuatro horas cabalgando–. Sugiero que desmontemos aquí y que el último trecho lo hagamos a pie, con el mayor sigilo posible.
El corregidor, tras poner a los guardias bajo sus propias órdenes, encomendó al alguacil mayor y al Patatiesa que se dividieran al resto de los hombres y distrajeran la atención de los vigilantes de la mina cuando él estuviese en la retaguardia de ellos.
–De ser posible, háganse perseguir, pero dirigiéndose unos hacia el este y los otros en dirección contraria. Eso los dispersará y cuando yo ataque ya no podrán juntarse de nuevo y no les quedará más remedio que rendirse uno a uno.
Ese empinado trecho que hubo que subir para ganar la altura fue suficiente para que don Rodrigo se quedara sin aliento. Quizás por eso no notó que Bartolomé de la Moneda , que se había vuelto a adelantar, había soltado a su caballo y se había quedado petrificado. Fue una imprecación soltada por don Jerónimo de Losada la que hizo alzar la vista al corregidor.
–¡La puta que lo parió! –maldijo también él al descubrir, a unos cincuenta pasos, a don Diego de Esquivel mirándolo con sorna desde encima de su caballo. El gran número de jinetes que lo acompañaban, un centenar o más, hacía que cualquier intento de atacar resultase descabellado–. ¡Cómo demonios se enteró de nuestros planes! ¡Voy a arrancarle la lengua con mis propias manos al hijo de perra delator!
–¡Mire, Su Señoría! –le señaló don Jerónimo, con un leve movimiento de cabeza, algo que estaba al extremo de esa explanada dominada por los hombres de don Diego.
El corregidor, haciendo visera con una mano para protegerse de la luz del sol, miró en esa dirección y, por primera vez en muchísimo tiempo, sintió miedo por su vida.
–Por lo visto se está preguntando quién ha mandado a levantar ese cadalso –llamó de pronto su atención don Diego de Esquivel, que se había acercado casi hasta donde él estaba, sin más resguardo que el que le brindaba Anselmo, su criado de confianza–. Pues yo, como corregidor de Calca. Ese cadalso se encuentra en mi jurisdicción y la mina que hemos descubierto con mi ex socio, dicho sea de paso, también –acotó, cazurro, el criollo.
Don Rodrigo, que observaba pasmado como a lo largo de la sinuosa línea que dibujaba la cumbre de la montaña se iban apostando centenares de indios, tardó en reaccionar.
–¿Su jurisdicción? ¿La del corregimiento de Calca? Estamos a tan solo tres leguas del Cuzco. Cualquier persona sabe que el corregimiento de Calca empieza mucho más allá de esta y de la siguiente cadena de montañas –trató de sobreponerse y de plantarle cara a su enemigo.
–Veo que Su Señoría, a pesar de los meses que lleva aquí, sigue sin comprender la geografía del lugar. ¿Tal vez usted, don Bartolomé, pueda explicarle en qué jurisdicción se encuentra el mineral? –clavó don Diego en el minero una mirada acerada.
–En… en… en el corregimiento de Calca… –tartamudeó el extremeño.
–En el de Calca, efectivamente… –reiteró don Diego con aire distraído–. Me corresponde a mí pues administrar los actos de justicia y para eso he preparado esa horca… No, no, no tiene usted por qué temer, don Bartolomé –se dirigió de nuevo al minero, que de verdad había perdido el color del rostro–. Estoy seguro de que esta vez no se negará a firmar los papeles en que me cede los derechos de posesión de la mina a cambio de la enorme suma de dinero que le he adelantado… El agravio que pienso castigar con la horca es el cometido por este insolente contra la persona de doña Leandra Pineda… A menos, claro, que este guampo malnacido pida disculpas delante de todos nosotros a esa dama cuzqueña a la que nunca debió faltarle el respeto…
Don Rodrigo, que no terminaba de creer que alguien se estuviese atreviendo a ensuciar su honra de esa manera, llevó instintivamente la mano a la espada. No pudo desenvainar, sin embargo, porque don Jerónimo de Losada le sujetó con todas sus fuerzas la muñeca.
–Eso es lo que este perro quiere, Su Señoría… –le dijo el comerciante al oído–. ¡Para así matarnos a todos! ¡Déjeme hablar a mí!
El corregidor, resoplando como un fuelle por la ira, a punto estuvo de hacer a un lado a su paisano de un empujón, pero se contuvo en el último instante. Nunca había temblado si de defender su honor se trataba, pero lo que estaba ocurriendo en ese momento escapaba definitivamente a su entendimiento y empezaba a parecerle absolutamente irreal: ¡que un miserable criollo se atreviese a desafiar la autoridad del Rey!, ¡que centenares de indios armados con palos y hondas hubiesen formado un ejército para apoyarlo!, ¡que una horca esperase por él en una cumbre solitaria donde no crecía un solo árbol y solo abundaba la paja brava!, ¡que a una chola, una india casi, hubiese que tratarla igual que a una dama! Don Rodrigo, sintiendo que la cabeza le daba vueltas, tuvo que apoyarse en don Jerónimo para no caerse…
–¡Al parecer me ha atacado el mal de altura! –se disculpó en un susurro–. ¡Haga usted lo que mejor le parezca!
Jerónimo de Losada esperó un momento a que el corregidor se repusiera y, cuando notó que ya no necesitaba ayuda para tenerse en pie, dio un paso adelante:
–¡Su Señoría está dispuesto a disculparse con la dama que Vuestra Merced menciona! ¡Díganos el lugar y la hora!
Don Diego de Esquivel, sin darse el trabajo de responder, hizo una señal con la mano y al poco rato los jinetes que lo acompañaban y que formaban un compacto semicírculo se abrieron para dejar pasar a Leandra Pineda. Montaba la mestiza una hermosa yegua negra y lo hacía con una soltura que terminó de desconcertar a don Rodrigo.

* Publicado en el sabatino semanario Somos del diario El Comercio el 17 de febrero del 2007.