zonadenoticias

lunes, agosto 14, 2006

Estrategias literarias

El título y contenido (y escaneado de la foto) de este post pertenecen a un reconocido narrador peruano que me ha pedido mantener su nombre en reserva. Quizá puedo mencionar que no reside en el Perú y que no pertenece a las generaciones recientes. Por mi parte, encantado de recibir más contribuciones suyas no una, sino muchas veces. Va:

Es posible que el título de esta nota resulte inusual, pero sea de manera consciente o inconsciente, cada narrador elige alguna. Entre muchas oposiciones, está la estrategia torrencial, el gran diluvio de palabras, tal como ofrece Gabriel García Márquez en Cien años de Soledad y sobre todo en El Otoño del Patriarca. Otros que han optado por esta fórmula son José Lezama Lima en Paradiso, y Fernando del Paso en Palinuro de México.
Al otro extremo de los generosos derrochadores, tenemos a los homeópatas de la palabra, quienes en vez del caudal optan por las gotas de rocío. ¿Nombres? Desde luego, Jorge Luis Borges, Augusto Monterroso, pero no debemos olvidar a un mexicano que en su momento sobrepasó en fama a Juan Rulfo, otro de los deliberadamente parcos. Ahora estamos hablando de un coterráneo suyo, Juan José Arreola (Jalisco, 1918-2001).

¿Cuál estrategia es mejor? ¿Prodigarse o escatimarse? En realidad no cabe la pregunta, porque tal o cual no se elige con sangre fría y reflexión matemática. Cada una responde al mundo secreto del autor. Con ambas estrategias literarias se puede hacer obras de gran altura. Y para demostrarlo, aquí damos un texto, más bien una "miniatura" cercana a la sublime perfección, de Arreola, tomado de su libro Bestiario, 1959. Lean y juzguen esta verdadera joya compuesta de tres únicos párrafos y de menos de ciento ochenta palabras.

La Hiena

Animal de pocas palabras. La descripción de la hiena debe hacerse rápidamente y casi como al pasar: triple juego de aullidos, olores repelentes y manchas sombrías. La punta de plata se resiste, y fija a duras penas la cabeza de mastín rollizo, las reminiscencias de cerdo y de tigre envilecido, la línea en declive del cuerpo escurridizo, musculoso y rebajado.
Un momento. Hay que tomar también algunas huellas esenciales del criminal: la hiena ataca en montonera a las bestias solitarias, siempre en despoblado y con el hocico repleto de colmillos. Su ladrido espasmódico es modelo ejemplar de la carcajada nocturna que trastorna el manicomio. Depravada y golosa, ama el fuerte sabor de las carnes pasadas, y para asegurarse el triunfo en las lides amorosas, lleva un bolsillo de almizcle corrompido entre las piernas.
Antes de abandonar a este cerbero abominable del reino feroz, al necrófilo entusiasmado y cobarde, debemos hacer una aclaración necesaria: la hiena tiene admiradores y su apostolado no ha sido en vano. Es tal vez el animal que más prosélitos ha logrado entre los hombres.


Juan José Arreola es autor de Varia Invención (1949), Confabulario (1952), Bestiario, (1958), La Feria, (1963) y Palíndroma (1971); salvo por La Feria (compuesta de 288 fagmentos) nunca se aproximó a la novela, lo suyo siempre fue el miniaturismo. Obtuvo, entre otros, dos importantes galardones: el Premio Nacional de Letras y Lingüística en 1979, y el Premio Internacional de Literatura Juan Rulfo en 1992.
Quienes hayan gustado de "La Hiena", pueden obtener mayor información sobre Arreola con las herramientas actuales: Google y Encarta.

En la foto: carátula de Bestiario.