zonadenoticias

viernes, agosto 11, 2006

El vicioso placer de subrayar

Hoy en la Revista de Libros del diario El Mercurio, el escritor Alberto Fuguet publica un artículo en el que da cuenta de esa actividad secreta que consiste en subrayar los libros que uno va leyendo. Comparto plenamente esta actividad (a la que Thays denomina como vicio): desde hace muchos años no hay libro que no deje de subrayar, anotar y escribir. Cuando algunas personas me han visto hacerlo no han reprimido el mismo comentario: ¿por qué malogras así tu libro? Pero no se trata de eso, naturalmente. Se trata más bien de una forma de comunicación, cercana e íntima, pero también desapasionada que mantengo con poemario, relato, novela o ensayo que tenga en manos.
No hay libro que se escape a este vicio. Vicio que ha ido sumando a su causa a distintos actores, de forma similar a como le sucede a Fuguet: "No puedo enfrentarme a un libro sin un lápiz de tinta (mi opción uno) o, en el peor de los casos, con un lápiz a mina. También he usado (más de lo que quisiera) esos marcadores de colores fluorescentes que, con el tiempo, dejan de ser tan brillantes y chillones y terminan siendo absorbidos por el papel".
Es cierto que algunos (muy pocos) libros han sido comprados a altos precios, pero eso no significa que un valor de mercado impida el diálogo esencial, de tú a tú, que todo libro busca con su lector. Así, subrayar y anotar, encerrar ciertos fragmentos en cárceles de colores me permite ubicar de forma más rápida en un libro titulado ¿Quién dijo totalitarismo? (de Zizek) estas útiles reflexiones sobre La tierra baldía: "El gran logro de La tierra baldía consistió en establecer convenientemente como 'correlato objetivo' del sentimiento/atmósfera metafísico de decadencia universal, de desintegración del mundo, del crepúsculo de la civilización, fragmentos de la experiencia cotidiana banal de la clase media. Estos fragmentos corrientes (las habladurías pseudo intelectuales, la conversacion de los pubs, la impresión de un río, etc.) se 'transustancian' inesperadamente en la expresión de un malestar metafísico en un nivel que se asemeja al das Man de Heidegger. Eliot aparece aquí como el opuesto a Wagner, que narró su historia del Crepúsculo de los dioses recurriendo a figuras míticas sobrehumanas. Lo que Eliot descubrió es que la misma historia puede contarse mucho más efectivamente por medio de fragmentos extraídos de los aspectos más comunes de la vida cotidiana de la burguesía".
De igual modo, me permite encontrar de inmediato en Las fotografías de Frances Farmer la denominación de granujas a un grupo de huelguistas: "Una larga horda de empleados públicos protestando por la solución de su pliego de reclamos y, detrás de ella, conteniéndola, la policía que pretende sofocar los gritos y desbandes de los granujas". O la descripción de un búfalo aprista en Memorial de Casa Grande de Hinostroza: "Y nadie se metía con Miguel, / Que era dirigente del sindicato aprista / Y andaba con una esclava de oro macizo en la muñeca / Y llevaba a su amante a los congresos / internacionales". O a William Burroughs estableciendo una interesante relación entre comuna y sociedad industrial: "Esta gente que tiene comunas y dice que sus comunas están saliendo adelante, bueno, perdóname, su existencia depende enteramente de la continuación de la sociedad industrial en la cual están localizadas. Si la sociedad se hundiera habría millones de personas hambrientas vagando de un lado para otro en busca de alimento. Bandas armadas. No podrían enfrentarse con esa situación ni cinco minutos. Eventualmente, un estado de absoluto caos podría afirmarse en forma de comunas o ciudades-estado controladas y fortificadas. Tendrían que ser posiciones fortificadas, y la gente llevaría su ganado dentro del castillo cada noche, vigilando desde las atalayas. Esto ha sucedido muchas veces. Sucedió muchas veces en China: el síndrome del Señor de la Guerra. Algún bandido reúne en torno suyo a la gente suficiente y se convierte en un Señor de la Guerra, exigiendo tributos y estableciéndose en un área. Esto podría suceder en caso de un completo hundimiento".
Dice Fuguet en su artículo: "Me gusta abrir mis libros y encontrarme con mis subrayados. Dicen que a distintas edades y en distintos momentos de tu vida uno lee un libro distinto. Quizás el que cambia es uno, no el libro. Pues lo mismo sucede con los subrayados. Uno subraya desde su propia herida, desde sus carencias y entusiasmos, desde el lugar donde, en ese momento, está parado". O sentado. O echado.

El vicioso placer de subrayar.

PD Sábado 12: Véase esta entrevista de Carlos M. Sotomayor a Fuguet hoy en la sección cultural de Correo, a propósito del reciente estreno de su primer largometraje Se arrienda en el Décimo Encuentro Latinoamericano de Cine de Lima y de la promoción de su nuevo libro Cortos.
PD Domingo 13: En la sección cultural de Perú 21, Alonso Izaguirre realiza un breve balance del DELCL en el cataloga al "crítico, escritor, cineasta y reaccionario Alberto Fuguet" como "la vedette" del mismo y señala que su película "pasó sin pena ni gloria".

En la foto: Alberto Fuguet.