zonadenoticias

martes, febrero 14, 2006

¡Feliz día de San Valentín!

1
Viernes. Afuera llueve. Ella no ha llegado. Salgo a comprar algunas cosas para el desayuno. La lluvia es una danza triste sin ella. Desayuno a solas, pensativo. Mi soledad se expande por toda la casa como una sábana de seda en el aire. La alegría es una muchachita ausente de alas blancas, de diecinueve años.

2
Nuevamente viernes. Ella me confirmó que esta vez sí llegaría. Mis manos se muestran inquietas y sudorosas. Recorro cada habitación de la casa por donde ha disipado su presencia. Este lugar es como un sombrío agujero sin ella. Cada objeto que ha tocado prolonga mi tristeza hacia el infinito. Suena el timbre. Es ella. Mi día se ilumina.

3
Omara, cinco letras negras que traen la alegría en las alas. Omara: tus diecinueve años disuelven mi soledad otoñal como un vaso de agua sobre la arena. Cada viernes, sentados a la mesa, mi vida se renueva como los girasoles en la primavera. Con solo recorrer mi mirada por tu cuerpo de ninfa mi pecho se agita como una caldera y la sangre discurre alocada por mi ser.

4
Otro viernes más. Ha salido el sol, pero ella aún no ha llegado. Salgo a esperarla al paradero de los buses. Una ligera llovizna cae sobre la ciudad en forma casi imperceptible. Nada. Regreso a casa. Preparo el desayuno: café, tostadas con mermelada y mantequilla. Ella no llega. Todo se enfría y va a parar al tacho de basura. Abro una botella de vino.

5
Le pregunto por qué no vino el viernes pasado. Me responde que tuvo exámenes. No le creo. Exijo otra explicación. Mi rostro adquiere el color del vino. Se molesta y quiere irse. La detengo. Le pido perdón. Ella sonríe y me mira con sus ojos de gata en celo. Sirvo el desayuno y comemos en silencio. Las reglas del juego están marcadas.

6
Cuerpo de nácar, cabellos ensortijados, ojos claros como el color del cielo, sonrisa de ciruela. Cada viernes, Omara me ofrece su cuerpo como un fruto maduro. Lo disfruto poco a poco, como los niños cuando gozan de una golosina. Termino en un estado de lasitud y desfallecimiento. Ella me mira, sonríe, se viste y me da un beso de despedida.

7
Viernes, nuevamente. Ella no llega. Abro una botella de vino. Leo a Kavafis. Saboreo cada verso como un buen sorbo de Burdeos. Navego por el mar Egeo y el Adriático. Las voces de Aquiles y Menelao circulan por el aire. Termino naufragando en una segunda botella. Ella no ha llegado. El día se hace gris y la noche tarda en llegar.

8
De nuevo viernes. Ella no ha llegado, ni llegará. Llamó para decirme que ya no vendría más. Su ausencia es una grieta que se esparce por mi cuerpo abriéndolo de par en par. Ya no más viernes, ni desayunos. Ni la alegría con alas blancas. Solo este oscuro agujero que responde al pueril nombre de soledad. Afuera llueve. El día es gris.

9
Después de tres viernes ella ha regresado. Me cuenta que su enamorado la dejó. La consuelo. Terminamos en la cama. Disfruto su cuerpo de un solo bocado. Quiere que sea su pareja estable. Le explico que no podríamos sobrellevarlo. Se molesta. Me dice que solo siento por ella una atracción carnal. Llora. Recoge sus cosas y se va. El cielo gris se apodera de la ciudad.

10
Suena el timbre. Intuyo que es ella. Abro la puerta y aparece con una botella de vino. Feliz día, me dice. Me había olvidado que era mi cumpleaños. Me celebra con su frescura primaveral. Después de la tercera botella de vino me dice que necesito una mujer que ordene mi vida. Quiere tener un hijo. Le digo que no. Me abandona. Su tristeza contagia la atmósfera de la casa.

11
Es verano. Un viernes, después de muchos meses llega con el cuerpo bronceado. Me anima a ir a alguna playa del sur. Salimos. El sol acaricia su esplendoroso cuerpo de diosa helénica que descansa sobre la arena. Le aplico una crema protectora. Recorro cada centímetro de su piel dorada por el sol, con infinito placer. Regresamos a casa.

12
Nuevamente insiste en la idea del hijo. Qué más quieres, yo soy joven, hermosa. Tú ya estás viejo. No pierdes nada. Le digo que un hijo es responsabilidad y que ella no está preparada. Se levanta, se asoma al balcón, observa el cielo gris de la ciudad, su mirada se pierde entre la melancolía y la soledad. Decide irse. Cuando te animes, me buscas, son sus últimas palabras.

13
Han pasado dos meses y no pude contener las ganas de llamarla por teléfono. Le pido que vuelva, que no puedo espantar la soledad sin su presencia. Me dice que solo regresará si prometo tener una relación estable. Le digo que sí, que todo va a cambiar. Llega a casa, me abraza y hacemos el amor sin intercambiar palabras. Desde un ángulo de la cama me mira con dulzura e ilusión.

14
Viene todos los días a casa. Hoy abrió el closet y sacó la rppa vieja y pasada de moda. Colocó las prendas en una bolsa negra y las arrojó a la basura. Salimos a comprar a un centro comercial que recién habían inaugurado. Esoge algunas camisas y pantalones. Es el momento de cambiar de look, me dice. Los colores pasteles y caquis vienen a reemplazar los grises y oscuros.

15
Insiste con la idea del hijo. Le digo que sea paciente, que deje pasar el tiempo. Se pone triste. Trato de consolarla, pero es inútil. Salimos a dar una vuelta. Vemos a los niñosjugando con sus padres en el parque. Me toma de la mano. La abrazo. Sería hermoso, me dice al oído. Le digo que tenga calma. Me mira y lanza un suspiro de esperanza.

16
Hace una semana que no me viene la regla, me dice. ¿Estás segura?, si siempre nos hemos protegido. Pero no me viene. No te preocupes, vamos a ir al médico. Casial anochecer salimos hacia una clínica para que le realizen un análisis. Durante media hora esperamos ansiosos los resultados. Positivo. Me quedo mirando el vacío. Ella se pone alegre.

17
Está muy contenta con la noticia. Le digo que no estoy preparado para ser padre, que es una carga muy grande para mí. Se pone furiosa, tira algunas cosas y luego llora. Alista su ropa en una maleta y se va. Me pongo a caminar por toda la casa como un idiota. Abro una botella de vino y acabo odiándome con toda mi alma. La noche se apodera de la ciudad.

18
No sé nada de ella. He llamado a su casa, pero nadie contesta. Hace un par de día me atreví a buscarla personalmente y no la encontré. No puedo concentrarme en nada. Tomo pastillas para dormir y no pensar en ella. Me gustaría encontrarla y arreglar las cosas, pero creo que es demasiado tarde. Procuro no salir de casa para que cuando llame me encuentre.

19
Un viernes de invierno por la noche recibo su llamada. Me dice que está en el aereopuerto y su vuelo parte dentro de media hora. Le pido que no lo haga, que podemos arreglar nuestras cosas. Es demasiado tarde, me dice. Tomo un taxi rumbo al aereopuerto. Cuando llego, es demasiado tarde, demasiado. El avión ha partido. La lluvia se desata por toda la ciudad.

Max Palacios, "Diario de la ausencia", en La culpa la tiene Navokov (Lima: El santo oficio, 2005).